CARNAVALES Y CORSOS EN VILLA CRESPO
Por Eduardo Horacio Bolan
Otro año de festejos en el barrio de Villa Crespo por el
Carnaval. Esos “cuatro días locos que
vamos a vivir” que inmortalizara Alberto Castillo con letra y música de Rodolfo Sciammarella son,
actualmente, unos cuantos días más aunque ya no
tengan el esplendor y la diversión de otrora.
La celebración, donde nunca falta público entusiasta con disfraces y la consabida lluvia de espuma, se da cita en Villa Crespo los fines de semana desde el sábado 3 hasta el domingo 18 de febrero, además del feriado propiamente dicho de Carnaval, el cual en 2018 es en los días lunes 12 y martes 13.
De los veintinueve corsos programados en 2018 en esta Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el de Villa Crespo se desarrolla en la Av. Scalabrini Ortiz, entre la Av. Corrientes y Aguirre, los sábados y lunes feriado de 19 a 2, los domingos y martes feriado de 19 a 24 hs. Tienen prometida su participación Los Viciosos de Almagro, La Redoblona, Sueño Murguero y decenas de murgas más.
¿Qué es el Carnaval?
Para dar respuesta a qué es el Carnaval recurro al tan preciado “Diccionario Enciclopédico Ilustrado de la Lengua Española” de la Editorial Sopena, Tomo 1 (A - CH) edición de 1970, que fuera propiedad de mi esposa y que ahora ya lo considero como “bienes gananciales”. Dice: “Los tres días que preceden al miércoles de ceniza, que es primero de cuaresma”. En la segunda acepción me (nos) dice: “Fiesta popular que se celebra en tales días y consiste en mascaradas, comparsas, bailes y otros regocijos, animados y bulliciosos.”
Para no ser “Eduardo el antiguo” googleo (busco) en internet la palabra “carnaval” y me responde: “Período que comprende los tres días anteriores al miércoles de ceniza, día en que empieza la cuaresma en el calendario litúrgico cristiano o católico.”
Ambas respuestas, la del siglo pasado y la actual responden tres días; Rodolfo Sciammarella dice cuatro días y aquí en CABA, más precisamente en Villa Crespo, para no ser menos lo llevamos a cabo durante varios fines de semana, además de los días del feriado.
Un poco de Historia
Esta diversión religiosa la podemos hallar si hurgamos en la historia de pueblos de hace varios miles de años atrás. Pero los festejos actuales, los podemos rastrear más cerca.
El hecho de celebrar una fiesta varios días y estar disfrazado, por lo tanto no ser uno mismo, está relacionado con los festejos Saturnales, esas celebraciones romanas que se realizaban en honor al dios Saturno. Ya con el cristianismo se llevó a cabo el Concilio de Nicea (325 d.C.) bajo la protección del emperador Constantino el Grande. Allí se estableció una fórmula (¡sí una fórmula!) con la cual se determina en qué fecha se celebra la Semana Santa cristiana. Ésta culminará siempre en el domingo siguiente a la primera luna llena tras la llegada de la primavera (se considera el hemisferio norte, o sea en el mes de marzo).
Es por eso que Carnavales siempre se celebra, cada año, en diferentes fechas, no es una festividad fija como puede ser Navidad.
Se acordó que a la Semana Santa le precedería un espacio de cuarenta días (la Cuaresma) período en el que se debía realizar actos de sacrificio y penitencia.
En los tres días anteriores al ayuno y abstinencia se podía comer lo que se quisiera (pudiera) y divertirse sin control. A esta celebración se la llamó Carnaval, palabra cuya raíz etimológica proviene del latín “carnem (carne) levare (quitar)”. Sí, quitar la carne durante cuarenta días, no sólo no comer carne sino tampoco realizar actos “impúdicos” con nuestra carne y piel, la que cubre nuestros huesos.
Sacrificio y penitencia, ayuno y abstinencia por cuarenta días.
Durante los tres días anteriores, el descontrol. El disfraz era para no ser reconocido en los excesos que realizaran. Era ese anonimato de los pudientes, los poderosos, para ser uno más entre el resto de la gente, donde todos y todas desataban su yo interior.
Un poco de tango y de literatura
La famosa máscara que oculta el rostro, esa “alegre mascarita que me miras al pasar” como dice el tango “Siga el corso” del poeta Francisco García Jiménez, con música de Anselmo Aieta, tuvo su origen en la ciudad de Venecia en el siglo XIII y su apogeo en el XVIII. Allí era el lugar de reunión de viajeros y aristócratas de todas las ciudades de Europa que iban en busca de diversión y placer. En nuestras pampas valga como ejemplo de cómo se festejaba el carnaval a comienzo del siglo XX el libro “El sueño de los héroes” de Adolfo Bioy Casares (lo recomiendo, saldrán beneficiados con su lectura. Cada personaje es de antología, aunque yo me quedo con el Dr. Valerga, un villano de aquellos). Da comienzo así: “A lo largo de tres días y de tres noches del carnaval de 1927 la vida de Emilio Gauna logró su primera y misteriosa culminación.”
Vuelvo a Sciammarella: “Es esta vida la mezcolanza, de diversiones y de pesar.”
Los Corsos de aquel Villa Crespo
En los registros de la Municipalidad de Buenos Aires del año 1921 se mencionan los corsos autorizados. Por supuesto lo encabeza el más famoso, el de Av. de Mayo desde la calle Bolívar a Sáenz Peña. En el listado de los barrios porteños no podía faltar el de Villa Crespo.
Nuestro corso se llevó a cabo por Triunvirato, desde Álvarez hasta Thames. Entre los conjuntos carnavalescos que animaron ese espectáculo figuran “Los Defensores de Villa Crespo”.
El recordado Prof. Diego A. del Pino (1921-2008), destacado historiador de la Ciudad de Buenos Aires, sus barrios, su gente, sus lugares y gran amigo de la Biblioteca Popular Alberdi, tiene editados muchos trabajos sobre este barrio de Villa Crespo. Es del libro “El Barrio de Villa Crespo”, volumen XLIV de los famosos Cuadernos de Buenos Aires editados por la, por entonces, Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, de donde extraigo los siguientes párrafos: “¿Cómo no hacer una referencia a los famosos corsos de Villa Crespo, orgullo del barrio y adorno de la calle Corrientes? Un día de 1930, asombrados con las imágenes de color y los sonidos estridentes del carnaval porteño los chiquilines de Villa Crespo y sus vecindades -yo era de Chacarita- sabíamos que en la calle Triunvirato (hoy Av. Corrientes), desde el Maldonado, donde siempre esperaba una pequeña aventura, hasta Canning, estaban aguardando las luces del tradicional Corso. Se iluminaban las calles de vereda a vereda, las asociaciones preparaban con anticipación aquellas gigantescas comparsas que delataban su presencia un mes antes con el ruido de tambores y silbatos, que se escuchaban en la noche, con mil sugerencias.
La ilusión se cobija entonces en cada muchacha, en todos los chicos, porque el “Corso” significaba disfraces, galanes, bailes, palcos, serpentinas mojaduras, risas, color, música. Era la evasión transitoria, llena de expectativas. La calle Triunvirato cambiaba de rostro: palcos “Municipales”, lamparitas de colores, vidrieras adornadas con caretas o antifaces románticos, pomos, “bombitas” y, de pronto, ya en pleno Carnaval, era cosa de ponerse a esperar la presencia de infaltables “murgas”, con sus saltos imposibles, chiquilines en lo alto, armazones de paraguas, narices de papel o de cartón y bigotazos de “italiano”. Las comparsas se preparaban para presentarse en el “Cine Teatro Villa Crespo”, para divertir a un público que no tenía muchos entretenimientos ni exigencias. Nos vemos caminando por aquella calle Triunvirato (adoquines, faroles de hierro, refugios, tranvías, ómnibus repletos), con sólo diez años, con una gorrita de marino que costaba treinta centavos, un bastón a lo Carlitos Chaplin (cinco centavos), un pomo de agua perfumada y una nariz de cartón, que nos molestaba pero que, no sé por qué, era imprescindible llevar. Íbamos caminando y riendo, desde Dorrego a Canning, y nos deteníamos en algún zaguán donde una canilla nos permitía llenar las bombitas, terror de las niñas.”
Si hablamos de Villa Crespo no podemos dejar de lado al destacado vecino de este barrio, Dr. Cayetano Francavilla.
Hombre villacrespence por excelencia fue, además de médico y Dr. en Medicina, un ser muy comprometido con el barrio, participando activamente en numerosas instituciones de nuestro barrio. Para resumir su accionar baste decir que fue el fundador de la Junta de Estudios Históricos del barrio de Villa Crespo. En su obra más importante “Historia de Villa Crespo, pasado y presente del barrio” (1978) por supuesto que rememora los carnavales y los corsos de nuestro barrio: “Cuando llegaba el Carnaval, desde semanas anteriores a él, comenzaba una febril actividad: preparación de disfraces, vestimentas de todo tipo. Al “barullo” de sus cánticos y rústicos instrumentos, las “murgas” preparaban sus estribillos, picarescos y emotivos. No bien almorzábamos, comenzaba el juego con agua entre vecinos, que se convertían en verdaderas batallas. Durante varias horas, grandes y chicos alternábamos con este ir y venir con el agua, que a veces provocaba serios problemas por el prurito de algún mojado y el exceso del mojante. Desde el Maldonado a la calle Canning, Triunvirato se vestía de gala, mediante una profusa iluminación color que, de vereda a vereda, prestaba un marco imponente. Y al comenzar el corso el incesante desfile de carros, carrozas alegóricas, comparsas y mugas hacían que nuestros vecinos -por una vez en al año- vivieran dichosos la quimera del carnaval, olvidando penurias y problemas. Desfilan por mi memoria el Centro Coral y Musical “Los Defensores de Villa Crespo”; el “Orfeón Argentino” constituído por más de 150 personas, entre los que había violinistas, acordeonistas, cantores, payasos, elegantemente ataviados; los “Pecosos de Chacarita”; “Los Dandy de Palermo”; “Los Marineros del Plata”, que eran del Abasto (…) y muchos más que hoy son solo un vago y grato recuerdo.”
No puedo dejar de mencionar al importante periódico “El Progreso” fundado en 1895 por “un puñado de ciudadanos y vecinos de la parroquia de San Bernardo -zona Villa Crespo-“ nos comenta en 1938 otro destacado vecino del barrio, el siempre recordado Don Remigio Iriondo.
“El Progreso” en su edición del 27 de febrero de 1943 en su tercera página (sin numerar) titula: “El Corso de mi Barrio” artículo escrito por la pluma del columnista Alfredo Omar. Allí escribe para que hoy podamos recordarlo: “Cada comarca en la tierra, tiene un rasgo prominente y mi barrio tiene el corso. Cuando se acerca Carnaval, se imita a la langosta y de puerta en puerta se va con el cantito: Venimos de la Sala de Primeros Auxilios. Somos la comisión organizadora del corso. Así contribuímos los vecinos para las fiestas carnavalescas. Por eso, como sucedió el año pasado, solo hubo dos noches de iluminación. Resulta que la cantidad recaudada, era de unos cincuenta pesos más o menos, y ella, se destinó a la luz. Los palcos y adornos eran lo de menos.
Era en momentos que uno, disfrazado de gaucho auténtico, estaba pregonando en latín aquello de “Fiat-lux”, que terminó traduciéndolo al apagarse las bombitas con un “Fiate vos de la luz”. Pero no hubo caso. No le fiaron ni cinco minutos a las autoridades del corso y nos quedamos a oscuras. Mas todo eso no interesaba. Ni podía importar habiendo entusiasmo y optimismo general.
El que quiere divertirse, aunque sea a la luz de una vela, sabe estar contento y el corso de mi barrio, siguió en tinieblas.”
Ya lo dijo el pensador Rodolfo Aníbal Sciammarella (1902-1973) pianista, compositor y autor de “Por cuatro días locos”, entre otros tantos éxitos, nos recomendaba “Por cuatro días locos que vamos a vivir (…) por cuatro días locos te tenés que divertir.”
La celebración, donde nunca falta público entusiasta con disfraces y la consabida lluvia de espuma, se da cita en Villa Crespo los fines de semana desde el sábado 3 hasta el domingo 18 de febrero, además del feriado propiamente dicho de Carnaval, el cual en 2018 es en los días lunes 12 y martes 13.
De los veintinueve corsos programados en 2018 en esta Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el de Villa Crespo se desarrolla en la Av. Scalabrini Ortiz, entre la Av. Corrientes y Aguirre, los sábados y lunes feriado de 19 a 2, los domingos y martes feriado de 19 a 24 hs. Tienen prometida su participación Los Viciosos de Almagro, La Redoblona, Sueño Murguero y decenas de murgas más.
¿Qué es el Carnaval?
Para dar respuesta a qué es el Carnaval recurro al tan preciado “Diccionario Enciclopédico Ilustrado de la Lengua Española” de la Editorial Sopena, Tomo 1 (A - CH) edición de 1970, que fuera propiedad de mi esposa y que ahora ya lo considero como “bienes gananciales”. Dice: “Los tres días que preceden al miércoles de ceniza, que es primero de cuaresma”. En la segunda acepción me (nos) dice: “Fiesta popular que se celebra en tales días y consiste en mascaradas, comparsas, bailes y otros regocijos, animados y bulliciosos.”
Para no ser “Eduardo el antiguo” googleo (busco) en internet la palabra “carnaval” y me responde: “Período que comprende los tres días anteriores al miércoles de ceniza, día en que empieza la cuaresma en el calendario litúrgico cristiano o católico.”
Ambas respuestas, la del siglo pasado y la actual responden tres días; Rodolfo Sciammarella dice cuatro días y aquí en CABA, más precisamente en Villa Crespo, para no ser menos lo llevamos a cabo durante varios fines de semana, además de los días del feriado.
Un poco de Historia
Esta diversión religiosa la podemos hallar si hurgamos en la historia de pueblos de hace varios miles de años atrás. Pero los festejos actuales, los podemos rastrear más cerca.
El hecho de celebrar una fiesta varios días y estar disfrazado, por lo tanto no ser uno mismo, está relacionado con los festejos Saturnales, esas celebraciones romanas que se realizaban en honor al dios Saturno. Ya con el cristianismo se llevó a cabo el Concilio de Nicea (325 d.C.) bajo la protección del emperador Constantino el Grande. Allí se estableció una fórmula (¡sí una fórmula!) con la cual se determina en qué fecha se celebra la Semana Santa cristiana. Ésta culminará siempre en el domingo siguiente a la primera luna llena tras la llegada de la primavera (se considera el hemisferio norte, o sea en el mes de marzo).
Es por eso que Carnavales siempre se celebra, cada año, en diferentes fechas, no es una festividad fija como puede ser Navidad.
Se acordó que a la Semana Santa le precedería un espacio de cuarenta días (la Cuaresma) período en el que se debía realizar actos de sacrificio y penitencia.
En los tres días anteriores al ayuno y abstinencia se podía comer lo que se quisiera (pudiera) y divertirse sin control. A esta celebración se la llamó Carnaval, palabra cuya raíz etimológica proviene del latín “carnem (carne) levare (quitar)”. Sí, quitar la carne durante cuarenta días, no sólo no comer carne sino tampoco realizar actos “impúdicos” con nuestra carne y piel, la que cubre nuestros huesos.
Sacrificio y penitencia, ayuno y abstinencia por cuarenta días.
Durante los tres días anteriores, el descontrol. El disfraz era para no ser reconocido en los excesos que realizaran. Era ese anonimato de los pudientes, los poderosos, para ser uno más entre el resto de la gente, donde todos y todas desataban su yo interior.
Un poco de tango y de literatura
La famosa máscara que oculta el rostro, esa “alegre mascarita que me miras al pasar” como dice el tango “Siga el corso” del poeta Francisco García Jiménez, con música de Anselmo Aieta, tuvo su origen en la ciudad de Venecia en el siglo XIII y su apogeo en el XVIII. Allí era el lugar de reunión de viajeros y aristócratas de todas las ciudades de Europa que iban en busca de diversión y placer. En nuestras pampas valga como ejemplo de cómo se festejaba el carnaval a comienzo del siglo XX el libro “El sueño de los héroes” de Adolfo Bioy Casares (lo recomiendo, saldrán beneficiados con su lectura. Cada personaje es de antología, aunque yo me quedo con el Dr. Valerga, un villano de aquellos). Da comienzo así: “A lo largo de tres días y de tres noches del carnaval de 1927 la vida de Emilio Gauna logró su primera y misteriosa culminación.”
Vuelvo a Sciammarella: “Es esta vida la mezcolanza, de diversiones y de pesar.”
Los Corsos de aquel Villa Crespo
En los registros de la Municipalidad de Buenos Aires del año 1921 se mencionan los corsos autorizados. Por supuesto lo encabeza el más famoso, el de Av. de Mayo desde la calle Bolívar a Sáenz Peña. En el listado de los barrios porteños no podía faltar el de Villa Crespo.
Nuestro corso se llevó a cabo por Triunvirato, desde Álvarez hasta Thames. Entre los conjuntos carnavalescos que animaron ese espectáculo figuran “Los Defensores de Villa Crespo”.
El recordado Prof. Diego A. del Pino (1921-2008), destacado historiador de la Ciudad de Buenos Aires, sus barrios, su gente, sus lugares y gran amigo de la Biblioteca Popular Alberdi, tiene editados muchos trabajos sobre este barrio de Villa Crespo. Es del libro “El Barrio de Villa Crespo”, volumen XLIV de los famosos Cuadernos de Buenos Aires editados por la, por entonces, Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, de donde extraigo los siguientes párrafos: “¿Cómo no hacer una referencia a los famosos corsos de Villa Crespo, orgullo del barrio y adorno de la calle Corrientes? Un día de 1930, asombrados con las imágenes de color y los sonidos estridentes del carnaval porteño los chiquilines de Villa Crespo y sus vecindades -yo era de Chacarita- sabíamos que en la calle Triunvirato (hoy Av. Corrientes), desde el Maldonado, donde siempre esperaba una pequeña aventura, hasta Canning, estaban aguardando las luces del tradicional Corso. Se iluminaban las calles de vereda a vereda, las asociaciones preparaban con anticipación aquellas gigantescas comparsas que delataban su presencia un mes antes con el ruido de tambores y silbatos, que se escuchaban en la noche, con mil sugerencias.
La ilusión se cobija entonces en cada muchacha, en todos los chicos, porque el “Corso” significaba disfraces, galanes, bailes, palcos, serpentinas mojaduras, risas, color, música. Era la evasión transitoria, llena de expectativas. La calle Triunvirato cambiaba de rostro: palcos “Municipales”, lamparitas de colores, vidrieras adornadas con caretas o antifaces románticos, pomos, “bombitas” y, de pronto, ya en pleno Carnaval, era cosa de ponerse a esperar la presencia de infaltables “murgas”, con sus saltos imposibles, chiquilines en lo alto, armazones de paraguas, narices de papel o de cartón y bigotazos de “italiano”. Las comparsas se preparaban para presentarse en el “Cine Teatro Villa Crespo”, para divertir a un público que no tenía muchos entretenimientos ni exigencias. Nos vemos caminando por aquella calle Triunvirato (adoquines, faroles de hierro, refugios, tranvías, ómnibus repletos), con sólo diez años, con una gorrita de marino que costaba treinta centavos, un bastón a lo Carlitos Chaplin (cinco centavos), un pomo de agua perfumada y una nariz de cartón, que nos molestaba pero que, no sé por qué, era imprescindible llevar. Íbamos caminando y riendo, desde Dorrego a Canning, y nos deteníamos en algún zaguán donde una canilla nos permitía llenar las bombitas, terror de las niñas.”
Si hablamos de Villa Crespo no podemos dejar de lado al destacado vecino de este barrio, Dr. Cayetano Francavilla.
Hombre villacrespence por excelencia fue, además de médico y Dr. en Medicina, un ser muy comprometido con el barrio, participando activamente en numerosas instituciones de nuestro barrio. Para resumir su accionar baste decir que fue el fundador de la Junta de Estudios Históricos del barrio de Villa Crespo. En su obra más importante “Historia de Villa Crespo, pasado y presente del barrio” (1978) por supuesto que rememora los carnavales y los corsos de nuestro barrio: “Cuando llegaba el Carnaval, desde semanas anteriores a él, comenzaba una febril actividad: preparación de disfraces, vestimentas de todo tipo. Al “barullo” de sus cánticos y rústicos instrumentos, las “murgas” preparaban sus estribillos, picarescos y emotivos. No bien almorzábamos, comenzaba el juego con agua entre vecinos, que se convertían en verdaderas batallas. Durante varias horas, grandes y chicos alternábamos con este ir y venir con el agua, que a veces provocaba serios problemas por el prurito de algún mojado y el exceso del mojante. Desde el Maldonado a la calle Canning, Triunvirato se vestía de gala, mediante una profusa iluminación color que, de vereda a vereda, prestaba un marco imponente. Y al comenzar el corso el incesante desfile de carros, carrozas alegóricas, comparsas y mugas hacían que nuestros vecinos -por una vez en al año- vivieran dichosos la quimera del carnaval, olvidando penurias y problemas. Desfilan por mi memoria el Centro Coral y Musical “Los Defensores de Villa Crespo”; el “Orfeón Argentino” constituído por más de 150 personas, entre los que había violinistas, acordeonistas, cantores, payasos, elegantemente ataviados; los “Pecosos de Chacarita”; “Los Dandy de Palermo”; “Los Marineros del Plata”, que eran del Abasto (…) y muchos más que hoy son solo un vago y grato recuerdo.”
No puedo dejar de mencionar al importante periódico “El Progreso” fundado en 1895 por “un puñado de ciudadanos y vecinos de la parroquia de San Bernardo -zona Villa Crespo-“ nos comenta en 1938 otro destacado vecino del barrio, el siempre recordado Don Remigio Iriondo.
“El Progreso” en su edición del 27 de febrero de 1943 en su tercera página (sin numerar) titula: “El Corso de mi Barrio” artículo escrito por la pluma del columnista Alfredo Omar. Allí escribe para que hoy podamos recordarlo: “Cada comarca en la tierra, tiene un rasgo prominente y mi barrio tiene el corso. Cuando se acerca Carnaval, se imita a la langosta y de puerta en puerta se va con el cantito: Venimos de la Sala de Primeros Auxilios. Somos la comisión organizadora del corso. Así contribuímos los vecinos para las fiestas carnavalescas. Por eso, como sucedió el año pasado, solo hubo dos noches de iluminación. Resulta que la cantidad recaudada, era de unos cincuenta pesos más o menos, y ella, se destinó a la luz. Los palcos y adornos eran lo de menos.
Era en momentos que uno, disfrazado de gaucho auténtico, estaba pregonando en latín aquello de “Fiat-lux”, que terminó traduciéndolo al apagarse las bombitas con un “Fiate vos de la luz”. Pero no hubo caso. No le fiaron ni cinco minutos a las autoridades del corso y nos quedamos a oscuras. Mas todo eso no interesaba. Ni podía importar habiendo entusiasmo y optimismo general.
El que quiere divertirse, aunque sea a la luz de una vela, sabe estar contento y el corso de mi barrio, siguió en tinieblas.”
Ya lo dijo el pensador Rodolfo Aníbal Sciammarella (1902-1973) pianista, compositor y autor de “Por cuatro días locos”, entre otros tantos éxitos, nos recomendaba “Por cuatro días locos que vamos a vivir (…) por cuatro días locos te tenés que divertir.”
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