sábado, 9 de abril de 2022

EL HUECO DE LOYOLA

 

EL HUECO DE LOYOLA

 

   Por Eduardo Horacio Bolan

 

Los conquistadores españoles dejaron su impronta en suelo argentino y americano. Villa Crespo recuerda a muchos de ellos y no podía faltar Martín García Oñez de Loyola, quien, siendo Capitán General y Gobernador de Chile enviara una expedición para fundar la ciudad San Luis de la Punta.

 

Paraje pampeano

Ya desde antes de los tiempos de la construcción del Mirador de Comastri (1870-1875) la zona que comprendería la futura calle Loyola era visitada por los muchachos estudiantes del Colegio Nacional de Buenos Aires (establecimiento educativo fundado por los jesuitas en 1863 con sede en la calle Bolívar 263, barrio de Monserrat). Esa zona, con escasos pobladores que cultivaban y habitaban en chacritas (más pequeñas que chacras) era el lugar de recreo veraniego para sus estudiantes, conocida como chacarita de los colegiales ocupaba parte de los actuales barrios de Chacarita y Colegiales.

Ya antes de estas visitas escolares veraniegas (que tan bien fueran narradas por el escritor y político Miguel Cané siendo estudiante del Colegio entre 1863 y 1868) este paisaje pampeano había querido ser un poblado.

El entonces presidente Bernardino Rivadavia (1826/27) impulsó la fundación de un poblado que sería colonizado por familias alemanas. El proyecto consistía en la construcción de un pueblo, que recibió el nombre Chorroarín, y que ocuparía el terreno de esas chacritas. Era un proyecto muy amplio. Se instalaron algunas familias pero pronto la iniciativa fue dejada de lado, con la renuncia de Rivadavia mediante, y se frustró.

Un nuevo intento de colonizar estas tierras fue en 1833, siendo Juan Ramón Balcarce el gobernador de la provincia Buenos Aires, cuando se intentó que fueran ocupadas por familias de colonos llegados de las islas Canarias. Tampoco prosperó.

Es por eso que hacia 1870 con la compra de terrenos por parte del inmigrante italiano Agustín Rafael Comastri todavía se encontraba casi despoblada esta zona.

 

El Hueco y el Mirador

Comastri llega a Buenos Aires en 1860 y al año siguiente se casa con Clementina Cataldi, luego vendrán diez hijos. 

Por esos años, lo que será la actual calle Loyola, es sitio de encuentro de hombres a caballo para desafiarse a competir en cuadreras, esas carreras cortas donde cada uno exige a su “pingo” criollo para ganar la apuesta. Son carreras de una “cuadra” que por aquellos años todavía tiene la medida colonial de 129 metros (acaso las llamadas cuadras de campo). Se levanta mucho polvo en esas cuadreras con caballos “parejeros” preparados especialmente para correr carreras de pocos metros. “Parejero” porque disputan en “yunta”, en pareja, dos centauros que se juegan “a todo o nada”.

También este sitio es utilizado para domar potros. Con los años será paraje para domar a los de tiro que luego serán utilizados para la labranza de la tierra.

Comastri y su familia se proponen afincarse en el lugar, primero construyen y habitan un rancho precario para vivir. Años después contratan al arquitecto Biagini y, al modo de las viviendas campestres italianas, levantan su residencia con la particularidad de añadirle un gran reloj, una lámpara que hacía de faro y un mirador con pararrayos. Sin duda una residencia imponente para la época.

También Comastri encarga construir hacia abajo, no solo sótanos que son utilizados como bordalesas para mantener fresco el vino que producen y consumen sino también túneles, que muchos aseguran que algunos llegan al Arroyo Maldonado, aunque no se sabe con exactitud lo aprovechable de los mismos.

Comastri promueve a que varios de sus compatriotas se afinquen en sus tierras, que comprenden desde las actuales Corrientes hasta Córdoba y desde Dorrego hasta Serrano.

En nuestros días la edificación con el famoso Mirador se mantiene en la actual manzana compuesta de las calles Fitz Roy, Aguirre, Bonpland y Loyola.

La calle Loyola, de ser zona campestre con bañados, pasa a tener nombre aunque con números y letras que la identifican, 67 E. Es a partir de la década de 1880 cuando se comienza a fraccionar el terreno.

Con la nomenclatura del año 1893 es denominada Loyola. Ya como parte integrante de la Ciudad de Buenos Aires la Compañía Nacional de Seguros “La Inmobiliaria” remata,  sin base y a pagar en dos años, estos terrenos.

 

Martín García Oñez de Loyola

La calle Loyola recibe su nombre por el conquistador español Martín García Oñez de Loyola, sobrino de Ignacio de Loyola, quien fuera éste en sus comienzos militar y luego devoto religioso y fundador de la Compañía de Jesús.

Martín García Oñez luego de iniciarse en la carrera de las armas en España es enviado a Perú en 1568. Allí enfrenta y somete una sublevación de los incas.

En 1592 es nombrado Capitán General y Gobernador de Chile por Felipe II, Rey de (la actual) España. Su importancia para la historia argentina es que, para afianzar estratégicas posiciones españolas, envía una expedición que funda la actual ciudad de San Luis, capital de la provincia argentina del mismo nombre.

La fundación de esta ciudad tiene su historia y no es muy clara ya que tiene dos fundaciones. Hace centurias atrás se creía que fue el mismísimo Loyola que había comandado la expedición y fundara la ciudad. Es el historiador Enrique Udaondo (1880-1862) que aclara el panorama. Loyola no encabeza ni funda la ciudad sino que da la orden para que la llevaran a cabo. El encargado de ejecutar el mandato es el teniente corregidor de Cuyo Luis Jufré de Loaiza y Meneses en 1594. Jufré le da el nombre de San Luis de Loyola Nueva Medina de Rioseco. Desglosemos el por qué de un nombre tan largo. “San Luis” por el rey de Francia (que fuera hijo de la infanta castellana Blanca de Castilla y primo hermano del rey castellano Fernando III el Santo –todo muy de Castilla y León de donde era oriundo Jufré-), “de Loyola” por el Capitán General y Gobernador de Chile y “Nueva Medina de Rioseco” por ser el lugar de nacimiento de sus padres (de Jufré).

Al poco tiempo es abandonada por las continuas inundaciones que se suceden en el asentamiento.

Al cabo de dos años Jufré la refunda en un terreno muy cercano a la primera. La Ciudad de San Luis ha tenido varios emplazamientos a través de su historia y también se la ha conocido con otras denominaciones tales como “La Punta de San Luis de Loyola” y “San Luis de la Punta de los Venados Nueva Medina del Río Seco”

Loyola, con esta fundación, intenta dar forma a un camino seguro que conecte a Chile con Buenos Aires, es por eso que se considera a Loyola no solo como un simple conquistador deseoso de gloria militar sino también como un visionario estratega.

En ese orden de pensamiento y acción es cuando decide una expedición más al sur dentro de su gobernación y enfrenta nuevamente a los araucanos.

Los conquistadores llaman araucanos a los aborígenes del actual suelo chileno ya que así los llaman los incas en su lengua quechua, mientras que ellos mismos (los aborígenes de la región central y sur del actual Chile) en su lengua se denominan mapuches (“gente de la tierra”).

En su incursión Loyola es derrotado completamente y lanceado repetidamente. Se le corta la cabeza y se la exhibe como triunfo. Se conoce su destino ya que del exiguo ejército de los conquistadores (apenas un centenar) solo sobrevive un clérigo y un soldado, el cual permanece vivo a pesar de haber recibido más de veinte heridas. El cráneo de Loyola es devuelto a las autoridades españolas en una de las tantas paces que concretan los mapuches con los españoles.

Loyola deja descendencia, una hija, nacida de su matrimonio con una princesa inca.

 

Calle Loyola

Resultado de la Comisión de 1892, integrada entre otros por Manuel Augusto Montes de Oca, se prepara el Informe que es presentado ante la Comisión de Obras Públicas. De allí surgen, al año siguiente, nuevos nombres para aquellas arterias que solo eran conocidas por números y letras. Loyola es una de esas calles.

Se origina en Estado de Israel y concluye su trazado en Dorrego.

En la esquina de Loyola y Scalabrini Ortiz se encuentra grabado el año  en el cual recibe su denominación: 1893



En otra de sus esquinas, Loyola y Serrano, se conserva un edificio de tres plantas que en el siglo XX supo ser la vivienda y atelier del artista plástico Antonio Alice. Innumerables obras llevan su arte y su firma pero, quizá, la más popular, por lo que representa y dónde está expuesta, es “Los Constituyentes de 1853”, que puede apreciarse en su magnificencia en el Salón de los Pasos Perdidos de la Cámara de Diputados de la Nación.


La “casa de Alice” fue la primera en el barrio de Villa Crespo que ostentara tres pisos. En el tercero es donde Antonio Alice tenía su atelier y en el cual  inmortalizara a los congresistas.

La Comisaría 29º supo estar décadas atrás en Loyola al 1400, entre Fitz Roy y Bonpland, frente al Mirador de Comastri, que actualmente se encuentra comprendido dentro del predio de la Escuela Técnica Nº 34 D.E. 9 “Ingeniero Enrique Martín Hermitte”.

Hasta la década de 1940, vecinos audaces, especialmente muchachos, se aventuraban por los túneles construídos durante la época de Comastri. Seguían algunos metros hasta donde se lo permitía el espacio porque ya el techo se había derrumbado y les impedía continuar en sus andanzas.

 Por Eduardo Horacio Bolan


 eduardobolan@gmail.com

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