EL HUECO DE LOYOLA
Los conquistadores españoles dejaron su
impronta en suelo argentino y americano. Villa Crespo recuerda a muchos de
ellos y no podía faltar Martín García Oñez de Loyola, quien, siendo Capitán
General y Gobernador de Chile enviara una expedición para fundar la ciudad San
Luis de la Punta.
Paraje
pampeano
Ya desde antes de los tiempos de la
construcción del Mirador de Comastri (1870-1875) la zona que comprendería la
futura calle Loyola era visitada por los muchachos estudiantes del Colegio
Nacional de Buenos Aires (establecimiento educativo fundado por los jesuitas en
1863 con sede en la calle Bolívar 263, barrio de Monserrat). Esa zona, con escasos
pobladores que cultivaban y habitaban en chacritas
(más pequeñas que chacras) era el lugar de recreo veraniego para sus
estudiantes, conocida como chacarita de
los colegiales ocupaba parte de los actuales barrios de Chacarita y
Colegiales.
Ya antes de estas visitas escolares veraniegas
(que tan bien fueran narradas por el escritor y político Miguel Cané siendo
estudiante del Colegio entre 1863 y 1868) este paisaje pampeano había querido
ser un poblado.
El entonces presidente Bernardino Rivadavia
(1826/27) impulsó la fundación de un poblado que sería colonizado por familias
alemanas. El proyecto consistía en la construcción de un pueblo, que recibió el
nombre Chorroarín, y que ocuparía el terreno de esas chacritas. Era un proyecto muy amplio. Se instalaron algunas
familias pero pronto la iniciativa fue dejada de lado, con la renuncia de
Rivadavia mediante, y se frustró.
Un nuevo intento de colonizar estas tierras
fue en 1833, siendo Juan Ramón Balcarce el gobernador de la provincia Buenos
Aires, cuando se intentó que fueran ocupadas por familias de colonos llegados
de las islas Canarias. Tampoco prosperó.
Es por eso que hacia 1870 con la compra de
terrenos por parte del inmigrante italiano Agustín Rafael Comastri todavía se
encontraba casi despoblada esta zona.
El
Hueco y el Mirador
Comastri llega a Buenos Aires en 1860 y al año
siguiente se casa con Clementina Cataldi, luego vendrán diez hijos.
Por esos años, lo que será la actual calle
Loyola, es sitio de encuentro de hombres a caballo para desafiarse a competir
en cuadreras, esas carreras cortas
donde cada uno exige a su “pingo” criollo para ganar la apuesta. Son carreras
de una “cuadra” que por aquellos años todavía tiene la medida colonial de 129
metros (acaso las llamadas cuadras de campo). Se levanta mucho polvo en esas cuadreras con caballos “parejeros”
preparados especialmente para correr carreras de pocos metros. “Parejero”
porque disputan en “yunta”, en pareja, dos centauros que se juegan “a todo o
nada”.
También este sitio es utilizado para domar
potros. Con los años será paraje para domar a los de tiro que luego serán
utilizados para la labranza de la tierra.
Comastri y su familia se proponen afincarse en
el lugar, primero construyen y habitan un rancho precario para vivir. Años después
contratan al arquitecto Biagini y, al modo de las viviendas campestres
italianas, levantan su residencia con la particularidad de añadirle un gran
reloj, una lámpara que hacía de faro y un mirador con pararrayos. Sin duda una
residencia imponente para la época.
También Comastri encarga construir hacia abajo,
no solo sótanos que son utilizados como bordalesas para mantener fresco el vino
que producen y consumen sino también túneles, que muchos aseguran que algunos
llegan al Arroyo Maldonado, aunque no se sabe con exactitud lo aprovechable de
los mismos.
Comastri promueve a que varios de sus
compatriotas se afinquen en sus tierras, que comprenden desde las actuales
Corrientes hasta Córdoba y desde Dorrego hasta Serrano.
En nuestros días la edificación con el famoso
Mirador se mantiene en la actual manzana compuesta de las calles Fitz Roy,
Aguirre, Bonpland y Loyola.
La calle Loyola, de ser zona campestre con
bañados, pasa a tener nombre aunque con números y letras que la identifican, 67
E. Es a partir de la década de 1880 cuando se comienza a fraccionar el terreno.
Con la nomenclatura del año 1893 es denominada
Loyola. Ya como parte integrante de
la Ciudad de Buenos Aires la Compañía Nacional de Seguros “La Inmobiliaria”
remata, sin base y a pagar en dos años,
estos terrenos.
Martín
García Oñez de Loyola
La calle Loyola recibe su nombre por el
conquistador español Martín García Oñez
de Loyola, sobrino de Ignacio de Loyola, quien fuera éste en sus comienzos
militar y luego devoto religioso y fundador de la Compañía de Jesús.
Martín García Oñez luego de iniciarse en la
carrera de las armas en España es enviado a Perú en 1568. Allí enfrenta y somete
una sublevación de los incas.
En 1592 es nombrado Capitán General y Gobernador
de Chile por Felipe II, Rey de (la actual) España. Su importancia para la
historia argentina es que, para afianzar estratégicas posiciones españolas,
envía una expedición que funda la actual ciudad de San Luis, capital de la provincia
argentina del mismo nombre.
La fundación de esta ciudad tiene su historia
y no es muy clara ya que tiene dos fundaciones. Hace centurias atrás se creía
que fue el mismísimo Loyola que había comandado la expedición y fundara la
ciudad. Es el historiador Enrique Udaondo (1880-1862) que aclara el panorama.
Loyola no encabeza ni funda la ciudad sino que da la orden para que la llevaran
a cabo. El encargado de ejecutar el mandato es el teniente corregidor de Cuyo Luis Jufré de Loaiza y Meneses en 1594.
Jufré le da el nombre de San Luis de
Loyola Nueva Medina de Rioseco. Desglosemos el por qué de un nombre tan
largo. “San Luis” por el rey de Francia (que fuera hijo de la infanta
castellana Blanca de Castilla y primo hermano del rey castellano Fernando III el
Santo –todo muy de Castilla y León de donde era oriundo Jufré-), “de Loyola” por
el Capitán General y Gobernador de Chile y “Nueva Medina de Rioseco” por ser el
lugar de nacimiento de sus padres (de Jufré).
Al poco tiempo es abandonada por las continuas
inundaciones que se suceden en el asentamiento.
Al cabo de dos años Jufré la refunda en un
terreno muy cercano a la primera. La Ciudad de San Luis ha tenido varios
emplazamientos a través de su historia y también se la ha conocido con otras
denominaciones tales como “La Punta de San Luis de Loyola” y “San Luis de la
Punta de los Venados Nueva Medina del Río Seco”
Loyola, con esta fundación, intenta dar forma
a un camino seguro que conecte a Chile con Buenos Aires, es por eso que se
considera a Loyola no solo como un simple conquistador deseoso de gloria
militar sino también como un visionario estratega.
En ese orden de pensamiento y acción es cuando
decide una expedición más al sur dentro de su gobernación y enfrenta nuevamente
a los araucanos.
Los conquistadores llaman araucanos a los
aborígenes del actual suelo chileno ya que así los llaman los incas en su
lengua quechua, mientras que ellos mismos (los aborígenes de la región central
y sur del actual Chile) en su lengua se denominan mapuches (“gente de la
tierra”).
En su incursión Loyola es derrotado
completamente y lanceado repetidamente. Se le corta la cabeza y se la exhibe
como triunfo. Se conoce su destino ya que del exiguo ejército de los
conquistadores (apenas un centenar) solo sobrevive un clérigo y un soldado, el
cual permanece vivo a pesar de haber recibido más de veinte heridas. El cráneo
de Loyola es devuelto a las autoridades españolas en una de las tantas paces
que concretan los mapuches con los españoles.
Loyola deja descendencia, una hija, nacida de
su matrimonio con una princesa inca.
Calle
Loyola
Resultado de la Comisión de 1892, integrada
entre otros por Manuel Augusto Montes de Oca, se prepara el Informe que es
presentado ante la Comisión de Obras Públicas. De allí surgen, al año
siguiente, nuevos nombres para aquellas arterias que solo eran conocidas por
números y letras. Loyola es una de esas calles.
Se origina en Estado de Israel y concluye su
trazado en Dorrego.
En la esquina de Loyola y Scalabrini Ortiz se
encuentra grabado el año en el cual recibe
su denominación: 1893
En otra de sus esquinas, Loyola y Serrano, se conserva
un edificio de tres plantas que en el siglo XX supo ser la vivienda y atelier
del artista plástico Antonio Alice. Innumerables obras llevan su arte y su
firma pero, quizá, la más popular, por lo que representa y dónde está expuesta,
es “Los Constituyentes de 1853”, que puede apreciarse en su magnificencia en el
Salón de los Pasos Perdidos de la Cámara de Diputados de la Nación.
La “casa de Alice” fue la primera en el barrio de Villa Crespo que ostentara tres pisos. En el tercero es donde Antonio Alice tenía su atelier y en el cual inmortalizara a los congresistas.
La Comisaría 29º supo estar décadas atrás en
Loyola al 1400, entre Fitz Roy y Bonpland, frente al Mirador de Comastri, que
actualmente se encuentra comprendido dentro del predio de la Escuela Técnica Nº
34 D.E. 9 “Ingeniero Enrique Martín Hermitte”.
Hasta la década de 1940, vecinos audaces,
especialmente muchachos, se aventuraban por los túneles construídos durante la
época de Comastri. Seguían algunos metros hasta donde se lo permitía el espacio
porque ya el techo se había derrumbado y les impedía continuar en sus andanzas.
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