martes, 25 de mayo de 2021

SOBRE EL EMPEDRADO Y ADOQUINES

 

SOBRE EL EMPEDRADO Y ADOQUINES


En época del Virreynato

Antes de 1776 la hoy Ciudad de Buenos Aires era apenas un caserío, con calles de tierra que se anegaban por efecto de la lluvia. Con el advenimiento de la designación, por parte de la Corona, como capital virreinal, Buenos Aires obtenía el más alto título administrativo que una ciudad de ultramar podía alcanzar. Así pasó a ser una Gran Aldea.

Ya con el Virrey Juan José de Vértiz y Salcedo (1778-1784) se da el primer paso importante para mejorar el estado deplorable de las arterias, que se convertían en lodazales con las lluvias y dificultaban el tránsito de caballos y bueyes y también de los pocos transeúntes.

Los vecinos más adinerados que eran los que integraban el Cabildo, se propusieron mejorar el desplazamiento por las calles. Solicitaron y lograron ante ese organismo público que sean traídas piedras desde Colonia del Sacramento, del otro lado del Río, ya que por estas costas no existía en abundancia ese mineral.

Años después, el Regidor Miguel de Azcuénaga, que en años posteriores sería de destacada actuación en las Invasiones Inglesas y en los acontecimientos que derivaron en el 25 de Mayo de 1810, logró que sean traídas más piedras, pero esta vez desde la isla Martín García. Entre los años de 1790 a 1796, siendo Virrey Nicolás de Arredondo, se empedraron treinta y seis calles.

Azcuénaga no se detenía ante impedimentos administrativos y al nuevo Virrey Pedro Melo de Portugal y Villena le solicitó que los beneficios económicos que se obtuvieran de dos corridas de toros sean destinados a la continuidad de las obras del empedrado iniciadas por su antecesor.

La arqueología urbana da fe de lo antedicho, corroborando lo extraído de las Actas del Cabildo por historiadores de nuestra ciudad.

Excavaciones e investigaciones realizadas en este siglo XXI dan cuenta de la veracidad de las Actas al encontrar esos empedrados debajo del actual pavimento en muchas de las calles del “centro de la Ciudad” de aquel entonces, por ejemplo la arteria Bolívar.

La actual Bolívar es de las designadas como “calles históricas”. Su existencia se remonta hacia 1738, cuando se la conocía con otra denominación. Entre 1769 y 1808 llevó el nombre religioso de “Santísima Trinidad”. Bolívar fue la primera arteria que se empedró, siendo el 12 de diciembre de 1780 la fecha de la disposición del Virrey.

Por estudios comparativos se puede determinar cuáles son de la isla Martín García y cuáles de Colonia (hoy República del Uruguay).

 

Paralización de las obras del empedrado

A comienzos de la gobernación de Martín Rodríguez (1821-1824) se completó el empedrado de lo que en esos años se conocía como la ciudad de Buenos Aires, bajo las directivas de su ministro Bernardino Rivadavia.

Debieron transcurrir tres décadas o más de ese siglo XIX para que los gobiernos reconsideraran ampliar el mejoramiento de las arterias.

Los trastornos que se ocasionaban producto de las precipitaciones hacían dificultoso el tránsito en las calles y caminos que no estaban empedrados. Ahí nomás, cerca del “centro”.

Transitar por ese Buenos Aires pequeño, de pocas calles, no era sencillo con esas piedras irregulares del empedrado o esos caminos de lodo. Ir a las quintas a unos pocos kilómetros para proveerse los porteños de verduras y vegetales era toda una proeza muy costosa, en lo económico y en el tiempo que demandaba.

Existían especies de puentes para cruzar determinadas calles o vías profundas. En Villa Crespo todavía se recuerda al del Camino de Moreno emplazado en la actual Warnes para cruzar el Arroyo Maldonado.

Por supuesto no era esta la gran solución, solo un paliativo.

 

El sistema del pavimento macadam en el hoy Villa Crespo

Ese primer pavimento constituído por piezas de piedra de formas y tamaños varios eran colocados sobre arena, traída del rio, o directamente sobre la tierra. Con las lluvias nuestro suelo porteño cedía y las piedras se hundían con el trajinar de las carretas. Había que volverlas a colocar o quedaban así y era muy dificultoso transitar.

Se reemplazó este método, en la década de 1890, por uno utilizado en Turín, Italia. Eran losas de granito de unos 50 cms. de ancho y 1,30 m. de largo. Con el uso de los carros se desplazaban y hacían la vía intransitable.

En parajes “lejanos” del centro porteño, por ejemplo Villa Crespo, se había comenzado a utilizar, hacia fines del siglo XIX, el sistema denominado “macadam”, conocido así por ser un invento del escocés John McAdam constructor de carreteras. Este sistema, que  ya se utilizaba en Estados Unidos desde 1823, consistía en colocar piedras de cantera machucadas y trituradas compactas y parejas.

Para la Ciudad de Buenos Aires era muy costosa su construcción y conservación ya que no teníamos piedras y por características de nuestro suelo. Para su perfecta conservación debía regarse con agua para que no levante polvo, pero no mucho riego ya que si era excesivo se corría peligro que la tierra se transforme en barro.

En el año 1898 la Revista Técnica de Ingeniería, Arquitectura, Minería, Industria y Electrónica dirigida por Enrique Chanourdie indicaba lo costoso y poco eficiente de este método de pavimento en nuestro suelo porteño:

También se empleó el mac-adam en ciertos caminos como los que conducen á Flores, Belgrano y Palermo (…) no se evita el desgaste en la parte superior y por consiguiente la conservación permanente que hay que hacer, sin lo cual se destruye rápidamente como sucedió en la calle Rivera de la Avenida Canning hacia el oeste”.

En denominaciones actuales es la interjección de la Av. Córdoba y Av. Raúl Scalbrini Ortiz.

 

El adoquín reemplaza al empedrado

El advenimiento de los “tramways” hacia 1872 hizo que fuera menester mejorar el trazado de las arterias. Para esto se recurrió a unos pequeños bloques rectangulares de granito.

La Municipalidad encomendó (obligó) a los concesionarios de los tramways a colocar esos adoquines en las calles donde circularan sus líneas.

El empedrado había sido muy útil cien años atrás, pero la nueva ciudad de 1880 se extendía y llegaba a parajes inhóspitos. Había que mejorar los caminos para conseguir los objetivos no ya en carretas y en días, sino en transportes modernos como los tranvías tirados por caballos y llegar solo en pocas horas.

El empedrado eran capas de piedras que cubrían el suelo, la tierra.

El adoquín es algo más trabajado, es una piedra labrada en forma de prisma rectangular para la pavimentación de calles. Hacía el terreno más parejo para transitarlo.

Con los adoquines, los tranvías tracción a sangre podían llegar a lugares lejanos (del llamado centro porteño) y difíciles de acceder como los actuales barrios de La Boca, Barracas y, por qué no, alcanzar esos terrenos del Partido de Flores y Belgrano, llegar a Villa Crespo, Chacarita, Belgrano, Núñez.

En la ya mencionada Revista Técnica, donde escribían artículos diversos ingenieros tales como Francisco Seguí, Luis A. Huergo, Juan Pirovano, Otto Krause, Ángel Gallardo y muchos más, el Ing. Carlos M. Morales opina que el mejor para nuestra ciudad es el adoquinado llamado “inglés”.

Este tipo de adoquín fue el utilizado por el Intendente de la Ciudad de Buenos Aires Don Tocuato de Alvear (1883-1887) durante su gestión.

En 1893 se colocó el adoquinado de granito con base de concreto, mejor a los todos los anteriores en todos los sentidos, no presentaba desgaste en el uso ni el peligroso deslizamiento al transitarlo.

En los barrios apartados y con menor tráfico, como el caso de la calle Rioja (hoy La Rioja) en el barrio de Balvanera hacia Parque Patricios y, con total seguridad, los recién anexados partidos de Flores y Belgrano, el adoquín que se utilizó fue el granito con base de hormigón (más económicos pero igual de duraderos).

El pavimento que no dio resultado positivo fueron los adoquines de madera, había que cambiarlos a los pocos años, solo era aconsejable los confeccionados con algarrobo.

También a fines del siglo XIX se empleaba el pavimento de asfalto, aunque no era aconsejable por su alto costo y fácil deslizamiento al transitarlo.

Adoquines de la calle Aguirre al 400 (Barrio de Villa Crespo) Foto GG

 

Adoquines Manuel de Acevedo al 600 (foto GG)

El adoquín, hoy

Si es de nuestro gusto hoy podemos adquirir adoquines, por internet si no queremos movernos mucho, ya sea de piedra, de madera.

Lo podemos utilizar para hacer más vistosa la entrada al inmueble (hogar) o a los ambientes que sean de nuestro agrado (jardín, quincho), ya sean rústicos o de la variedad que elijamos. Es un accesorio más de decoración, en definitiva.

Para los nostálgicos que extrañan en todas las arterias el afirmado con adoquines, siempre tendrán alguna calle que los conserve. Muchas veces se encuentran debajo del pavimento de asfalto o quizá ya no estén porque alguien los vendió.

Esos adoquines por lo que tantas veces hemos caminado están presentes, al menos en nuestra memoria.

 Por Eduardo Horacio Bolan

eduardobolan@gmail.com




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