martes, 25 de mayo de 2021

LA MEDICINA EN UN VILLA CRESPO TODAVÍA SIN NOMBRE

                LA MEDICINA EN UN VILLA CRESPO 

                           TODAVÍA SIN NOMBRE

Por Eduardo Horacio Bolan

Antes que el Barrio de Villa Crespo tuviera un nombre, estas tierras estaban habitadas por pobladores que cultivaban en sus quintas y por esporádicos visitantes. Estas personas también se enfermaban y tenían hijos y debían ser atendidas por abnegados médicos y parteras.

 

La medicina en Villa Crespo antes de 1880

En aquellos tiempos en el que el paisaje del actual Barrio de Villa Crespo se componía de quintas, bañados, potreros, hornos de ladrillo, campo abierto, con escasos pobladores estables y con visitantes llegados del “centro porteño” para vacacionar en sus viviendas de recreo, los escasos habitantes también necesitaban ser atendidos por sus padecimientos corporales. Para esos casos todavía no había médicos estables en la zona y debían recurrir los vecinos a sanadoras y parteras ocasionales que eran llamadas con urgencia para tratar de resolver las situaciones de salud. Deberían ser llevadas a caballo según la premura y la importancia del paciente. Acaso, como pago, pudieran volver a sus chozas con verduras, frutas y quizá alguna gallina como recompensa por sus habilidades.

No han quedado registros seguros de esas “curanderas” aunque el historiador Diego del Pino supo entrevistar a antiguos vecinos de Villa Crespo que le contaron lo que les habían contado antiguos vecinos que recordaban a una tal “Chichina”,  que supo atender a dolientes y mujeres parturientas y que vivía cerca del actual Cementerio de la Chacarita, por la hoy Av. Warnes.

Todo cambia, paisaje y cantidad de pobladores, hacia comienzos de la década del ´80 del siglo XIX.

 

Primer Hospital Municipal y Hospital Vecinal

En una edificación bastante alejada de Villa Crespo y mucho más en aquellos años donde el transporte era escaso y precario, se inaugura en 1883 el Hospital San Roque en el solar donde antes se encontraba el Lazareto San Roque. La obra le fue encargada al arquitecto Juan Baustista Buschiazzo. El edificio ocupaba (y ocupa) dos manzanas, ubicado en Gral. Urquiza, entre las calles México y Venezuela. En su momento este nosocomio fue el único Hospital General de la Municipalidad. A su inauguración asistió el Director de la Asistencia Pública Dr. José María Ramos Mejía. En 1914, con el fallecimiento del Dr. Ramos Mejía, el Hospital pasa a llamarse, precisamente, Hospital General de Agudos José María Ramos Mejía.

Por la lejanía y la incomodidad, más para casos de urgencia, de llegar al San Roque, las autoridades municipales tuvieron que habilitar nuevos centros sanitarios. Para paliar esa situación se instaló por el entones Camino de Moreno (desde 1893 cambió su denominación por Warnes), entre Thames (llamada así desde 1882) y Godoy Cruz (actual Av. Juan B. Justo) el Hospital Vecinal “Santa Rosa”. Estaba ubicado en la actual vereda de números pares de Warnes y según recuerdos de memoriosos era de construcción antigua, con techos de tejas y que, si bien precario, supo cumplir con el propósito de cuidar la salud de los vecinos.

 Primeros médicos en el barrio

Juan Dufour

En los años iniciales de esa emprendedora década del ´80 varios médicos recién recibidos consideraron de importancia hacer llegar sus conocimientos a los habitantes de los incipientes barrios.

En lo que respecta a lo que sería Villa Crespo, en aquel entonces denominada Circunscripción 15º, el primero fue Juan Dufour, al menos siguiendo registros escritos y orales.

Recibido de médico en 1881, Juan Dufour, tenía su residencia en Córdoba y Ecuador y se interesó por llevar su saber médico a la 15º

Su tesis doctoral versó sobre la Litiasis úrica. Entre los académicos examinadores se encontraban los hermanos Manuel Augusto y Leopoldo Montes de Oca, Ignacio Pirovano, Eduardo Wilde y, entre otros, José T. Baca, que fue el presidente de la tesis de Dufour.

En la publicación de la tesis que efectuara la Facultad de Ciencias Médicas, Juan Dufour, cual devoto hijo, se la dedica: “Á la memoria de mi padre. Padre querido: ya que los decretos sagrados de la Providencia no os han permitido presenciar este acto, recibe en este día, los votos solemnes del hijo que nunca se olvidará que todo os lo debe.” y “Á mi madre”.

Juan Dufour solía realizar visitas médicas a esta Circunscripción 15º y muy pronto quedó entusiasmado por adquirir lotes en esta zona. No se desanimó por lo descampado del panorama y compró varias hectáreas. Su terreno estaba delimitado entre la conocida en esos años como 70 E (actual calle Muñecas), el Arroyo Maldonado, la propiedad de Rafael Comastri y el antiguo cementerio (actual Parque Los Andes), lo que hoy es la Av. Dorrego.  Su propiedad era atravesada por la recién creada red ferroviaria de trocha angosta llamada Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico. Es la misma red que en 1948, con la nacionalización de los ferrocarriles, el sistema fue renombrado como el que lo conocemos en la actualidad, Ferrocarril General San Martín.





Otros galenos 

Desde el actual barrio de Almagro, teniendo como eje Corrientes, varios facultativos cruzaban Chubut (hoy Av. Ángel Gallardo) para internarse en Triunvirato y llegar a sus pacientes del Distrito 15.

El primero en aventurarse fue el Dr. Francisco Sicardi, que residía en Corrientes, entre Rawson y Pringles. Farmaceútico, médico, escritor y poeta, plasmó en su obra “Libro extraño” sus experiencias como médico.

Otros galenos, por mencionar los que más quedaron en el recuerdo de los vecinos y que no tuvieron consultorio en Villa Crespo fueron: Juan B. Amesfil (también de Almagro), Gerónimo de Rossi (Corrientes y Bulnes), Ubaldo Villarroel (Corrientes y Ecuador) y muchísimos más.

Entre los primeros que instalaron su consultorio en el barrio figuran Francisco de la Vega. Atendía en Triunvirato (Av. Corrientes) casi esquina Malabia. Presentó su tesis doctoral “El chucho en Catamarca” en 1891. El chucho, esa fiebre producida por el paludismo o malaria, era común en su provincia natal, donde ejerció la medicina en el “Hospital San Juan Bautista” (ubicado en la ciudad San Fernando del Valle de Catamarca), establecimiento que comenzó a funcionar en 1881.

Muy estimado por los vecinos muy pronto se dedicó a la política, donde llegó a competir con el mismísimo  “prócer” de Villa Crespo Salvador Benedit. La política lo fue alejando de su profesión.

 

Alejandro Squassini

Nació hacia 1881 y su entusiasmo por su vocación fue prontamente recompensada con el título de Farmacéutico (1899), al cumplir los dieciocho años. Además en su currículum anterior a recibirse de médico se destaca que fue practicante de vacuna de la Asistencia Pública (1900), practicante del Hospicio Vecinal de Santa Lucía (1901), ayudante del Laboratorio Bacteriológico de la Casa de Aislamiento (1902), practicante del Hospital Teodoro Álvarez (1903), practicante menor (1904) y mayor (1905 y 1906) por concurso de la Asistencia Pública, interno del Hospital Italiano (desde 1904 hasta 1906).

En 1906 se recibió de médico con la tesis “El tétano y su tratamiento”. Entre los concejeros examinadores figuraban entre muchos más: Pedro Narciso Arata, José Penna, Pedro Legleyze, Enrique Bazterrica y Gregorio Araoz Alfaro.

En la sección “Observaciones” de su tesis, que realizara Squiassini en el Hospital Italiano en el servicio de Clínica Médica del Dr. Alberto Alberti, detalla cuatro en total.

Dejo sus notas (abreviadas por mí) de la “Observación IV”:

“S. V. italiano, 39 años, soltero, jornalero, C.F. Entra al Hospital el 3 de Marzo de 1906, Sala 5, cuarto B.

Antecedentes personales.- Sífilis. El 7 de Enero p. p., le apareció en la región esternal una lesión que se ulceró (el 20 de Febrero).

El enfermo se aplicó entonces con fines curativos, una cantidad de telas de araña.

Como vió que seguía supurando se decidió ir al Hospital Rawson donde le hicieron una prolija desinfección.

El 28 del mismo mes notó un espasmo del lado izquierdo de la cara, que se fue acentuando hasta impedirle de comer, rigidez de la nuca, dolor de cabeza. Desde el 2 de Marzo, la deambulación se le hace imposible.

Estado actual.- A su ingreso al Hospital tiene (…) contracturas, rigidez de los músculos de la nuca y del abdómen (…)

La inteligencia está intacta; no puede deglutir; tiene sudores profusos y sacudidas convulsivas en todo el cuerpo que lo hacen sufrir mucho.

Temp. 38, Puls. 90.”

(Squassini realiza un exhaustivo análisis de los aparatos circulatorio, digestivo, renal y asienta otros detalles.

Todos los siguientes días anota temperatura y cantidad de suero dado y otros detalles):

“Marzo 6.- Temp. 38. Dos baños, suero 40 cm3 (…)

Marzo 8.- Temp. 37,2. Suero 40 cm3. El enfermo duerme, la fisonomía presenta menos rigidez, las piernas puede flexionarlas bastante (…)

Marzo 10, 11, 12 y 13.- Las contracturas disminuyen á diario. El enfermo puede abrir la boca, pero sigue con la alimentación láctea.”

(Me entusiasmo con la lectura de las anotaciones):

“Marzo 14.- Ultima inyección de 20 cm3 de suero. El enfermo ha recupera todos sus movimientos; se levanta, camina y empieza á tomar alimentos sólidos.”

(Llega el tan ansiado final feliz):

“Marzo 26.- Sale de alta curado.”

Firmado por A. Squassini

(Todas las emociones y adjetivos son míos)

 

Cómo no recordar también las charlas que mantuve en el verano de 1992 con el Dr. Oscar Raúl Carlos Vogliano, jefe de cirugía del Hospital de Niños “Ricardo Gutiérrez”, en su casa de la calle Lerma.

Ser médico no solo era derecho de los varones.

En 1889 en la República Argentina una mujer, Cecilia Grierson, obtenía el título de Médica otorgado por la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Buenos Aires.

La Dra. Grierson realizó sus estudios dentro del plazo normal de seis años hasta obtener el título que tan bien supo desempeñar en su intensa actividad profesional.

Lamento no poder mencionar a todos porque sus nombres y sus méritos no merecen quedar en el olvido.

  

Antiguas Instituciones sanitarias del Barrio

Al ya nombrado Hospital Santa Rosa debe agregarse el Hospital Vecinal de San Bernardo, ubicado en la calle Serrano entre Aguirre y Loyola. Su director fue Manuel Augusto Dessein, que había sido exjefe interno del Hospital Francés.

Funcionó el Vecinal de la Parroquia hasta 1913, año en que inaugurado el Hospital Durand.

El 4 de junio de 1919 cobra vida “Liga Argentina contra la tuberculosis – Comisión Villa Crespo” (“La Salita”) en su primera sede de Malabia 233. A los pocos años, en 1925, dada la importancia que va adquiriendo entre los vecinos, inaugura su nuevo edificio en Godoy Cruz 542 (Juan B. Justo 2651). Allí permanece, ya con la denominación “Liga Argentina Médica Asistencial de Villa Crespo”, hasta mediados de 2017, cuando debe mudarse pues las instalaciones ya no respondían, según el GCABA, a los requisitos sanitarios acordes a nuestros días. Esta Institución con más de un centenar de existencia activa ininterrumpida, a la espera de la nueva construcción en el mismo solar de la Av. Juan B. Justo, sigue su reconocida trayectoria en el 1º piso de Otamendi 629, a pocos metros de la Av. Díaz Vélez y del Parque Centenario.

Por Eduardo Horacio Bolan


eduardobolan@gmail.com

HOMENAJE A LA NO VIOLENCIA

                                     HOMENAJE A LA NO VIOLENCIA

Una calle en Villa Crespo invita a la reflexión.

 

Calle Mahatma Gandhi

Cuando se comenzó a urbanizar la zona de  quintas, se fueron abriendo arterias y  designándolas con diferentes nombres. Una de ellas, en el Barrio de Villa Crespo, fue llamada “Giles”, queriendo honrar así a la ciudad y al partido ubicado en el norte de la Provincia de Buenos Aires.

Esta arteria por Ordenanza Municipal de 1960 cambia su denominación por la de “Mahatma Gandhi”. Sin duda la Ciudad de Buenos Aires homenajea al firme adalid de la independencia de la India y de su autodeterminación y que al mismo tiempo es el paladín de la no violencia.

La calle “Gandhi” nace en Av. Warnes al 200 y concluye su recorrido en Av. Honorio Pueyrredón al 1100.  Son siete cuadras que se nos presentan totalmente arboladas y que su transitar es apacible y transmite una impronta de vecindad con casas bajas y con pocos negocios.

Entre tantas calles en Villa Crespo, con nombres de Conquistadores, Congresistas, Héroes de la Independencia Argentina, es significativo que la designación de la calle “Mahatma Gandhi” no pase desapercibida y nos impulse a pensar en la paz como camino a seguir.

 

Calle Mahatma Gandhi en el barrio de Villa Crespo (Foto EHB)

Mohandas

El que sería conocido como Mahatma Gandhi nació como Mohandas Karamchand Gandhi en 1869 en India durante el Raj (dominio) británico.

Nació en el seno de una familia acomodada económicamente. Desde muy pequeño fue instruído a respetar a todo ser vivo y el ejercicio de la no violencia.

Por ese entonces en la India estaba vigente la estricta división de la sociedad en castas. La dominante era la de los brahmanes o sacerdotes.

En importancia de poder seguía la casta de chatrias que correspondía a militares y políticos.

La casta de la familia Gandhi era la de vaishias  correspondiente a comerciantes y artesanos.

En el último, o penúltimo, eslabón de jerarquía social se ubicaban los shudras, integrado por siervos, obreros, campesinos.

Fuera del sistema de castas se encontraban los dalits o intocables, los conocidos como parias.

(“Como un paria que el destino
se empeñó en deshacer”

Paria, ese mote terrible que tan bien describe la situación anímica del personaje ideado por el poeta Alfredo Lepera que inmortalizara la voz de Carlos Gardel en el tango de 1934 “Cuesta abajo”).

Además se encontraban los llamados invisibles, personas que no eran consideradas como tales y que en muchas zonas rurales a integrantes de  las otras castas se les permitía perseguir, encarcelar y hasta asesinarlos.

Como era costumbre, y acaso continúe en muchas regiones, la familia Gandhi arregló el matrimonio de Mohandas a la edad de 13 años.

A pesar de no destacarse en sus estudios, el joven Mohandas, por su condición de pertenecer a una familia pudiente ingresó a la University College de Londres donde, luego de aprobar las materias correspondientes, egresara con el título de Abogado.

 

Su paso por Sudáfrica

El título obtenido no conformó sus expectativas profesionales, es por eso que acepta un contrato de trabajo en Natal, una de las provincias de Sudáfrica, que a fines del siglo XIX todavía pertenecía al Imperio Británico.

En Natal existía una comunidad india relativamente numerosa con la cual Gandhi tenía intención de trabajar. Es en ese viaje donde vive diversas humillaciones por su condición de ser indio de nacimiento, algo que los británicos consideraban como condición inferior así como a todos los nacidos de las diferentes etnias sudafricanas.

De su contacto directo con el destrato hacia  sus connacionales en Sudáfrica y su oposición a esa situación degradante surge la semilla que lo llevaría a ser el líder más importante en su Patria.

 

Mahatma

Regresa a la India en 1915 precedido de cierta fama de activista de la no violencia.

No pasa desapercibido ante la mirada del poeta Rabindranath Tagore, gran conocedor de la sensibilidad humana. Este escritor en el verano de 1924 visita nuestro país y es recibido y alojado por Victoria Ocampo, con quien mantendrá un fluido intercambio intelectual por muchos años.

Es precisamente Tagore quien denomina a Gandhi como Mahatma. Esta expresión es una conjunción de sánscrito e hindi: maha que significa grande y atma que corresponde a alma.

En algunas regiones de la India Gandhi es conocido como Bapu, que significa padre, por lo tanto Padre de la Nación India.

Cada día aumenta el prestigio de Gandhi para proclamar la autodeterminación de la India lo que conlleva un peligro para la Corona Británica. Es por eso que el influyente político Winston Churchill, durante la visita del líder indio a Londres en 1931, expresa su repulsa hacia la figura del Mahatma: “es alarmante y nauseabundo ver al señor Gandhi, un abogado sedicioso, posando ahora como un faquir (…) dando zancadas medio desnudo”. Que se suele resumir como “faquir desnudo” en forma peyorativa.

 

Mahatma Gandhi

Calle República de la India

La calle Acevedo de Villa Crespo se llama así para recordar al sacerdote Manuel Antonio de Acevedo. Originariamente nacía en Av. Warnes, cruzaba Av. Córdoba y concluía su trazado en la calle Blandengues (hoy Av. del Libertador).

Con los años el tramo desde Av. Córdoba hasta Av. Santa Fe, por lo tanto hasta el otrora Jardín Zoológico, cambia su denominación por Armenia.

Desde el año 1961 el tramo desde Av. Las Heras hasta Av. del Libertador se llama República de la India.

La Independencia de la India no fue nada fácil, tuvo los traumas de la violencia interna que ni el propio prestigio del Mahatma Gandhi pudo detener. Es más, fue dividida a causa de cuestiones político-religiosas insalvables.

La India, como República independiente nace en 1947, algo por lo que Gandhi tanto luchó. Pudo verla independiente pero cayó asesinado fruto de un fanático religioso representante de un sector extremista hindú el 30 de enero de 1948.

Gandhi identificó en “Siete pecados sociales” el germen de toda violencia:

-          Riqueza sin trabajo

-          Placer sin conciencia

-          Conocimiento sin carácter

-          Comercio sin moralidad

-          Ciencia sin humanidad

-          Adoración sin sacrificio

-          Políticos sin principios

 

Por Eduardo Horacio Bolan

eduardobolan@gmail.com


SOBRE EL EMPEDRADO Y ADOQUINES

 

SOBRE EL EMPEDRADO Y ADOQUINES


En época del Virreynato

Antes de 1776 la hoy Ciudad de Buenos Aires era apenas un caserío, con calles de tierra que se anegaban por efecto de la lluvia. Con el advenimiento de la designación, por parte de la Corona, como capital virreinal, Buenos Aires obtenía el más alto título administrativo que una ciudad de ultramar podía alcanzar. Así pasó a ser una Gran Aldea.

Ya con el Virrey Juan José de Vértiz y Salcedo (1778-1784) se da el primer paso importante para mejorar el estado deplorable de las arterias, que se convertían en lodazales con las lluvias y dificultaban el tránsito de caballos y bueyes y también de los pocos transeúntes.

Los vecinos más adinerados que eran los que integraban el Cabildo, se propusieron mejorar el desplazamiento por las calles. Solicitaron y lograron ante ese organismo público que sean traídas piedras desde Colonia del Sacramento, del otro lado del Río, ya que por estas costas no existía en abundancia ese mineral.

Años después, el Regidor Miguel de Azcuénaga, que en años posteriores sería de destacada actuación en las Invasiones Inglesas y en los acontecimientos que derivaron en el 25 de Mayo de 1810, logró que sean traídas más piedras, pero esta vez desde la isla Martín García. Entre los años de 1790 a 1796, siendo Virrey Nicolás de Arredondo, se empedraron treinta y seis calles.

Azcuénaga no se detenía ante impedimentos administrativos y al nuevo Virrey Pedro Melo de Portugal y Villena le solicitó que los beneficios económicos que se obtuvieran de dos corridas de toros sean destinados a la continuidad de las obras del empedrado iniciadas por su antecesor.

La arqueología urbana da fe de lo antedicho, corroborando lo extraído de las Actas del Cabildo por historiadores de nuestra ciudad.

Excavaciones e investigaciones realizadas en este siglo XXI dan cuenta de la veracidad de las Actas al encontrar esos empedrados debajo del actual pavimento en muchas de las calles del “centro de la Ciudad” de aquel entonces, por ejemplo la arteria Bolívar.

La actual Bolívar es de las designadas como “calles históricas”. Su existencia se remonta hacia 1738, cuando se la conocía con otra denominación. Entre 1769 y 1808 llevó el nombre religioso de “Santísima Trinidad”. Bolívar fue la primera arteria que se empedró, siendo el 12 de diciembre de 1780 la fecha de la disposición del Virrey.

Por estudios comparativos se puede determinar cuáles son de la isla Martín García y cuáles de Colonia (hoy República del Uruguay).

 

Paralización de las obras del empedrado

A comienzos de la gobernación de Martín Rodríguez (1821-1824) se completó el empedrado de lo que en esos años se conocía como la ciudad de Buenos Aires, bajo las directivas de su ministro Bernardino Rivadavia.

Debieron transcurrir tres décadas o más de ese siglo XIX para que los gobiernos reconsideraran ampliar el mejoramiento de las arterias.

Los trastornos que se ocasionaban producto de las precipitaciones hacían dificultoso el tránsito en las calles y caminos que no estaban empedrados. Ahí nomás, cerca del “centro”.

Transitar por ese Buenos Aires pequeño, de pocas calles, no era sencillo con esas piedras irregulares del empedrado o esos caminos de lodo. Ir a las quintas a unos pocos kilómetros para proveerse los porteños de verduras y vegetales era toda una proeza muy costosa, en lo económico y en el tiempo que demandaba.

Existían especies de puentes para cruzar determinadas calles o vías profundas. En Villa Crespo todavía se recuerda al del Camino de Moreno emplazado en la actual Warnes para cruzar el Arroyo Maldonado.

Por supuesto no era esta la gran solución, solo un paliativo.

 

El sistema del pavimento macadam en el hoy Villa Crespo

Ese primer pavimento constituído por piezas de piedra de formas y tamaños varios eran colocados sobre arena, traída del rio, o directamente sobre la tierra. Con las lluvias nuestro suelo porteño cedía y las piedras se hundían con el trajinar de las carretas. Había que volverlas a colocar o quedaban así y era muy dificultoso transitar.

Se reemplazó este método, en la década de 1890, por uno utilizado en Turín, Italia. Eran losas de granito de unos 50 cms. de ancho y 1,30 m. de largo. Con el uso de los carros se desplazaban y hacían la vía intransitable.

En parajes “lejanos” del centro porteño, por ejemplo Villa Crespo, se había comenzado a utilizar, hacia fines del siglo XIX, el sistema denominado “macadam”, conocido así por ser un invento del escocés John McAdam constructor de carreteras. Este sistema, que  ya se utilizaba en Estados Unidos desde 1823, consistía en colocar piedras de cantera machucadas y trituradas compactas y parejas.

Para la Ciudad de Buenos Aires era muy costosa su construcción y conservación ya que no teníamos piedras y por características de nuestro suelo. Para su perfecta conservación debía regarse con agua para que no levante polvo, pero no mucho riego ya que si era excesivo se corría peligro que la tierra se transforme en barro.

En el año 1898 la Revista Técnica de Ingeniería, Arquitectura, Minería, Industria y Electrónica dirigida por Enrique Chanourdie indicaba lo costoso y poco eficiente de este método de pavimento en nuestro suelo porteño:

También se empleó el mac-adam en ciertos caminos como los que conducen á Flores, Belgrano y Palermo (…) no se evita el desgaste en la parte superior y por consiguiente la conservación permanente que hay que hacer, sin lo cual se destruye rápidamente como sucedió en la calle Rivera de la Avenida Canning hacia el oeste”.

En denominaciones actuales es la interjección de la Av. Córdoba y Av. Raúl Scalbrini Ortiz.

 

El adoquín reemplaza al empedrado

El advenimiento de los “tramways” hacia 1872 hizo que fuera menester mejorar el trazado de las arterias. Para esto se recurrió a unos pequeños bloques rectangulares de granito.

La Municipalidad encomendó (obligó) a los concesionarios de los tramways a colocar esos adoquines en las calles donde circularan sus líneas.

El empedrado había sido muy útil cien años atrás, pero la nueva ciudad de 1880 se extendía y llegaba a parajes inhóspitos. Había que mejorar los caminos para conseguir los objetivos no ya en carretas y en días, sino en transportes modernos como los tranvías tirados por caballos y llegar solo en pocas horas.

El empedrado eran capas de piedras que cubrían el suelo, la tierra.

El adoquín es algo más trabajado, es una piedra labrada en forma de prisma rectangular para la pavimentación de calles. Hacía el terreno más parejo para transitarlo.

Con los adoquines, los tranvías tracción a sangre podían llegar a lugares lejanos (del llamado centro porteño) y difíciles de acceder como los actuales barrios de La Boca, Barracas y, por qué no, alcanzar esos terrenos del Partido de Flores y Belgrano, llegar a Villa Crespo, Chacarita, Belgrano, Núñez.

En la ya mencionada Revista Técnica, donde escribían artículos diversos ingenieros tales como Francisco Seguí, Luis A. Huergo, Juan Pirovano, Otto Krause, Ángel Gallardo y muchos más, el Ing. Carlos M. Morales opina que el mejor para nuestra ciudad es el adoquinado llamado “inglés”.

Este tipo de adoquín fue el utilizado por el Intendente de la Ciudad de Buenos Aires Don Tocuato de Alvear (1883-1887) durante su gestión.

En 1893 se colocó el adoquinado de granito con base de concreto, mejor a los todos los anteriores en todos los sentidos, no presentaba desgaste en el uso ni el peligroso deslizamiento al transitarlo.

En los barrios apartados y con menor tráfico, como el caso de la calle Rioja (hoy La Rioja) en el barrio de Balvanera hacia Parque Patricios y, con total seguridad, los recién anexados partidos de Flores y Belgrano, el adoquín que se utilizó fue el granito con base de hormigón (más económicos pero igual de duraderos).

El pavimento que no dio resultado positivo fueron los adoquines de madera, había que cambiarlos a los pocos años, solo era aconsejable los confeccionados con algarrobo.

También a fines del siglo XIX se empleaba el pavimento de asfalto, aunque no era aconsejable por su alto costo y fácil deslizamiento al transitarlo.

Adoquines de la calle Aguirre al 400 (Barrio de Villa Crespo) Foto GG

 

Adoquines Manuel de Acevedo al 600 (foto GG)

El adoquín, hoy

Si es de nuestro gusto hoy podemos adquirir adoquines, por internet si no queremos movernos mucho, ya sea de piedra, de madera.

Lo podemos utilizar para hacer más vistosa la entrada al inmueble (hogar) o a los ambientes que sean de nuestro agrado (jardín, quincho), ya sean rústicos o de la variedad que elijamos. Es un accesorio más de decoración, en definitiva.

Para los nostálgicos que extrañan en todas las arterias el afirmado con adoquines, siempre tendrán alguna calle que los conserve. Muchas veces se encuentran debajo del pavimento de asfalto o quizá ya no estén porque alguien los vendió.

Esos adoquines por lo que tantas veces hemos caminado están presentes, al menos en nuestra memoria.

 Por Eduardo Horacio Bolan

eduardobolan@gmail.com