LA GLORIETA DE VILLA CRESPO: “LA
VICTORIA”, CAFÉ-BAR DE ROSSINI
Por Eduardo Horacio Bolan
Muchos lugares han quedado en el ideario de Villa Crespo. El
Café-Bar y Glorieta “La Victoria” es uno de ellos. Quedan los recuerdos de
vecinos habitué al lugar y algún que otro registro, en especial, literario.
El lugar
Triunvirato al 800, sería actualmente Av. Corrientes altura 5560
hasta 5568, entre las calles Gurruchaga y Serrano.
En las primeras décadas del siglo XX, en ese solar, se
encontraba un famoso y recordado Café que tenía la particularidad de tener
incorporado una glorieta.
La propiedad estaba distribuída en dos sectores diferentes
aunque conectados entre sí. Por un lado, era bar y cafetería. Si los vecinos
memoriosos lo recuerdan como Bar, entonces disponía de una barra para saborear
algún café y seguir su camino. Con seguridad también tenía incorporadas mesas y
sillas para sentarse, propias de un café, y así permanecer más tiempo en el
lugar. Al lado de este sector se encontraba otro espacio también con mesas y
sillas y con una estructura circular al aire libre, seguramente con algún
sector techado, algunos árboles, plantas, era la sección de la Glorieta.
Estamos ante el Café
Bar y Glorieta ´La Victoria´ de Rossini
Vislumbramos la sección del bar y café, amplio espacio
cubierto, con mesas y sillas, sector para bailar con minipalco con gramófono o
victrolera (nombre derivado de la empresa que la
comercializaba, Victor Talking Machine Company), más conocida en las costas rioplatenses como
´vitrola´. Además de este aparato para escuchar discos, la música se hace
presente los sábados y domingos, con la presencia de números de varieté y orquestas de tango que ocupan
un palco bajito, casi al ras del suelo. Se arman bailes y hasta concursos de
baile, en general de tango, con ganadores y perdedores que no siempre aceptan
los resultados y a veces termina en aireadas discusiones donde deben intervenir
los agentes de la seccional policial, en aquellos tiempos de la 21º, luego
comisaría 27º.
Además entrevemos mesas rectangulares con paño verde para jugar
al billar. Ciertas noches algunas de esas mesas se transforman en mesas de
juego de naipes, una especie de garito nocturno reducido.
Dejemos este sector y pasemos bajo un gran portón que nos
conduce a la glorieta. Su nombre es “La Victoria” pero todos la conocen como la
“Glorieta de Rossini”. Allí encontramos una parrilla y numerosas mesas y sillas
y otro palco, seguramente techado, este más elevado que los del Café. Es para disfrutar
espectáculos, todo tipo de representaciones. Los fines de semana de los meses
estivales, desde la tarde/noche, son para reuniones danzantes. Se baila,
reitero, generalmente tango. En otros momentos se realizan competencias de
lucha libre, peleas pugilísticas y en otros horarios es un gimnasio para el entrenamiento
corporal.
Algunos memoriosos aseguran que también había lugar para
jugar a las bochas y hasta recuerdan algún cuartucho para guardar cosas del
negocio que fuera utilizado para pasar la noche por algún noctámbulo. “Hombre
solo” aseguran. Quizá así sea y estos lugares se encontraran semiescondidos por
varillas de madera, adornadas con tenue vegetación, que los ocultarían; serían
difíciles de distinguir desde donde se realizan los espectáculos.
Estos memoriosos de la segunda centuria del s. XX seguramente
sean esos chicos que a comienzo de siglo, por “cinco guita”, saborean el pan humedecido
por el juguito que cae de los chorizos colocados en la parrilla encendida de la
glorieta.
Puede ser que lo aquí dicho haya tenido lugar en la Glorieta
de Rossini en diferentes años, posiblemente al comienzo haya sido más
importante el sector de la glorieta y luego surgió el café como lugar de
encuentro o, tal vez, la concurrencia a una u otra sección dependiera de las
estaciones del año o del clima.
El dueño de la Glorieta
Todos coinciden, en su evocación, que el dueño del negocio es
el ´tano´ Rossini, Ciro Rossini. Hombre elegante y alto, simpático de fácil
sonrisa franca y conversador, acriollado pero con acento itálico. Hay quienes
lo recuerdan con una dentadura perfecta y quizá con el paso de los años y para
no perder su buena imagen comienza a utilizar “La Carmela”. Esa loción
anticanas inventada en Galicia por el boticario Nemesio López Caro que se
comercializa en España desde 1902 como “Loción higiénica”. Llega a Buenos
Aires, y de aquí a gran parte de Sudamérica, a fines de la segunda década del
s. XX. Unas pocas gotas en el cabello, cada mañana, luego a peinarse y salir a
la calle como un varón rejuvenecido.
Con el paso de los años Ciro Rossini decide dejar su negocio
y mudarse, por razones de salud, a Mar del Plata donde fallece.
La Glorieta en la
literatura
Como otros lugares emblemáticos de Villa Crespo “La Glorieta”
queda inmortalizada por la literatura. Es en la obra “Adán Buenosayres” de
Leopoldo Marechal donde queda plasmado el lugar y su dueño.
Sin duda alguna Marechal, en sus años mozos, frecuenta el
local y se dispensa con Rossini de un muy buen trato. En setiembre de 1969 Marechal
expresa en una conferencia: “La glorieta viene a ser el final del viaje que
hacen los protagonistas al bajo de Saavedra. (…) Era una glorieta que se abría
durante el verano en la calle Triunvirato. Esta glorieta era propiedad de un
italiano que se llamaba Ciro Rossini, que yo lo pinto bastante bien ahí,
aficionado al bel canto y al arte en general. Entonces nos recibía a todos con
mucho agrado y hasta a veces incluso nos perdonaba pagar la cuenta. Bueno,
tener amigos así es muy valioso cuando se está en la bohemia literaria. En esta
glorieta literaria, en fin, ya está entrado el otoño, ya tiene poca gente (…)”
Del libro IV capítulo I, de la mencionada obra “Adán
Buenosayres”, extraigo algunos párrafos relacionados con el tema:
“En el portón abierto de la glorieta de Ciro, con los ojos
vagabundos y el alma presa de honda melancolía, Ciro Rossini, ¡el grande Ciro!,
hilaba el copo de sus otoñales pensamientos.
¡Diavolo!- murmuró
Ciro Rossini, librándose de las dos o tres hojitas que acababan de aterrizar en
sus cabellos renegridos por la virtud colorante del agua “La Carmela”. ¡Gran
Dios, cuán desierto y triste le parecía entonces aquel recinto, escenario ayer
de tanta locura veraniega! Ciro miró los reservados agrestes, ahora silenciosos
como tumbas, resonantes ayer de palabras y risas; y un suspiro inacabable
desinfló su tórax de barítono aficionado. En seguida paseó su mirada sobre la
infinidad de mesas vacías que llenaban el recreo, y la detuvo al fin en el
palco de la orquesta, donde un piano en su funda, un bombo en su mortaja y tres
violines en sus ataúdes anunciaban la muerte de la música; entonces el gran
Ciro, el triste Ciro, movió a un lado y otro su cabeza, evocando la multitud
sonora que se había reunido allí noche tras noche y bajo un cielo más
favorable. ¿Dónde estaban ahora los compadritos de pañuelo blanco, las muchachas
con sed, los vecinos exultantes en sus piyamas de colores, las gordas mujeres
que reían el amor de chorreadas parrilladas? (…) Ciertamente aquello era el
otoño definitivo; y los días de la glorieta ya estaban contados. Lo que Ciro
lloraba en esa medianoche otoñal era el ocaso del júbilo: porque Ciro Rossini,
propietario y animador de la glorieta “Ciro”, era en el fondo un genio festival
que trabajaba en la alegría del hombre como en una obra de arte (…)”.
Los artistas que
brillaron en la Glorieta
Otra vez debo recurrir a los recuerdos de memoriosos. No
quedan registros de los artistas que pasaron noche tras noche por la Glorieta.
No había programas en papel a repartir como en los cines, tampoco se llevaban
registros especiales de los músicos y cómicos asistentes a las funciones.
Algunos ya pisaban firme en el espectáculo y se llevarían algunas “chirolas”,
otros irían por la comida y poco más.
Siguiendo a evocadores “de tiempos mejores”, historiadores
del barrio han recabado nombres. El listado que aquí propongo es:
Entre los músicos asistentes:
José Servidio: (1900-1969) Nacido en Villa Crespo.
El más famoso de tres hermanos. Era el del medio, el mayor Luis y el menor,
Alfredo. Los tres bandoneonistas. José y Luis pusieron música a los versos de
Celedonio Flores “El bulín de la calle Ayacucho” (1923), grabado por Carlos
Gardel y muchos más.
Paquita Bernardo: (1900-1925) Nacida en el barrio de
Palermo (Gorriti y Canning – Scalabrini Ortiz-) con el nombre de Francisca Cruz
Bernardo. Bandoneonista y compositora de tangos. Apodada “La Flor de Villa
Crespo” y “La mujer bandoneón”. Se negaba a ponerse pantalones para actuar,
vestía polleras largas y anchas con blusas, a lo sumo llegó a usar camisa con
corbata. Era acompañada, a las funciones que realizaba, por dos de sus hermanos
a exigencia de su padre, el andaluz José María. Se desconoce su cachet como ejecutante del bandoneón en
la Glorieta, pero llegó a cobrar seiscientos pesos por cada actuación en el
centro porteño. Carlos Gardel le grabó “La enmascarada”.
Héctor Mauré: (1920-1976) Nombre real: Vicente
José Falivene, del vecino barrio de Palermo. Supo dedicarse al boxeo en
Colegiales. Estimo que entre sus dieciséis y diecisiete años podría haber
cantado en lo de Rossini. En la década del ´40 ya era la voz en la orquesta de
Juan D´Arienzo.
León Zucker: (1916-1971) Nacido cerca del
Mercado del Abasto, su familia le decía “Leoncito” pero su nombre artístico fue
Roberto Beltrán. Practicaba boxeo al mismo tiempo que se desempeñaba como
cantante. Cuentan sus biógrafos que debutó como cantor de tango en el “Café La
Victoria”. Era amigo de Celedonio Flores quien le aconsejó que cambiara su
nombre de nacimiento por uno artístico. Al ser amigo de Enrique Alessio
(oriundo de Villa Crespo) cantó en la orquesta de Osvaldo Pugliese. Tuvo un
desempeño profesional muy importante. Era hermano de Marcos Zucker.
Alberto Podestá: (1924-2015) De nacimiento llamado
Alejandro Washington Alé, de la Ciudad de San Juan. El dúo de cómicos
Buono-Straino lo oye cantar en su ciudad natal y lo invitan a que actúe en
Capital Federal. Solía cantar en confiterías y lugares bailables. Muy pronto
tuvo su consagración radial, modo de llegar al gran público.
El tano Genaro: quizá se refieran a Genaro Ricardo
Espósito (1886-1944), del barrio de La Boca. Tocaba de oído el bandoneón, piano
y guitarra hasta que perfeccionó sus conocimientos en Francia.
Entre los artistas de varieté:
José Marrone: (1915-1990), nacido en Julián
Álvarez 1575, en el vecino barrio de Palermo. Según contó ya siendo muy popular,
su padre lo golpeaba habitualmente aduciendo que tenía un carácter difícil.
Dejó la escuela en segundo grado. A los ocho años ya estaba en la calle
trabajando de los que fuese. Desempeñó todo tipo de oficios (peón, pocero,
albañil) por necesidad económica no porque los conociera. En las entrevistas
ofrecidas ya fmoso, relataba que en su pubertad trabajaba en la localidad de
Tigre en locales que eran conocidos como de “la rascada”. Allí, muchos que se
iniciaban en el espectáculo, actuaban todo el día y la retribución que recibían
era la de las comidas que los clientes habían dejado en sus platos. Lograban
así alcanzar las cuatro comidas diarias a cambio de un arduo trabajo, pero eso
sí, sin dinero en el bolsillo. ¿Habrá sido así también en la Glorieta, en los
casos de artistas recién iniciados? Aunque sabemos que Ciro Rossini abonaba las
actuaciones de músicos y comediantes, dar de comer era algo que se agradecía.
Don Pelele: (1923-1991) Nació en Villa Mercedes
(provincia de San Luis) con el nombre Francisco Pablo Quiroga Soria. De pequeño
le pidió a su madre un bandoneón pero el dinero a duras penas alcanzó para una
armónica. Ya en Buenos Aires, Gogó Andreu lo introduce en el mundo de las
variedades.
Délfor: (1920-2013). De la localidad de
Chivilcoy de nacimiento. Délfor no solo fue su nombre artístico sino también su
nombre verdadero: Délfor Amaranto Dicásolo. Sus comienzos, tanto artísticos
como en Buenos Aires, fueron como actor y comediante. Junto con Aldo Cammarota fue
el creador de “La Revista Dislocada”. Amigo, o al menos conocido de Mario
“Cariño” Pugliese.
Tilde Thamar: (1917-1989) entrerriana aunque de
adolescente llegó a Capital. Varios la incluyen como actuando en la Glorieta
aunque en su vida artística se destacó y brilló en cine. Su nombre artístico
viene de su primer nombre real, Matilde, y el apellido Thamar es el nombre de
su madre, llamada Martha, invertida las sílabas. Su nombre completo era Matilde
Sofía Margarita Abrecht Nichoester, fue conocida en Francia, donde falleció,
como “La bomba rubia argentina”.
Mario “Cariño” Pugliese: (1910-1995) Se lo recuerda como
músico, actor comediante. Con los años dejó el mundo artístico y se dedicó
exclusivamente a la astrología. Llegó a conducir su propio programa, en la
televisión argentina, como astrólogo.
Antes, en 1930, integró el trío cómico “Los Bohemios” (¿acaso
este nombre provendría del Club de fútbol Atlanta?) junto a Zelmar Gueñol y
Guillermo Rico. Hacia 1940 condujo su propio programa radial en Radio Prieto,
en este proyecto actuaba como imitador Délfor Dicásolo.
Algunas dudas
En muchos de los aquí nombrados no cabe duda que realizaron
sus actuaciones siendo adolescentes o muy jóvenes, como el caso de José
Marrone, José Servidio, Paquita Bernardo, Héctor Maure. En otros casos surgen
dudas de si su presencia se concretó en sus inicios o si ya estaban encumbrados
y sus representaciones o visitas la realizaban como artistas ya reconocidos en
el ambiente, tal podría ser el caso de Alberto Podestá, Délfor y sobre todo de
Tilde Thamar, si es cierto que fuera ella la que concurrió al negocio de
Rossini.
Cuando se realizan investigaciones siempre surgen dudas si
los recuerdos son certeros o aproximados o si hay grandes distorsiones en la
remembranza.
El Café y Glorieta ¿tendría algún cartel que lo identificara?
Esa rememoración de algunos vecinos nos dice “La Glorieta”, otros “La Glorieta
de Rossini” e incluso Leopoldo Marechal por intermedio de su personaje Adán
Buenosayres nos dice “La glorieta de Ciro”. No han quedado testimonios certeros
y definitivos.
Otro caso que aquí propongo es el del nombre del dueño local:
Ciro Rossini. ¿Sería su verdadero nombre, o acaso un apodo, un nombre
artístico? Leyendo la obra de Marechal, él nos dice sobre este italiano: “aficionado
al bel canto y al arte en general; un suspiro inacabable desinfló su tórax de
barítono aficionado”.
Puede ser que haya sido su nombre artístico, quizá
proveniente de la ópera “Ciro en Babilonia” cuya música es de Gioachino Rossini,
en boga a fines del siglo XIX y actualmente casi olvidada. Al ser aficionado de
las óperas quizá también fuera cantante lírico, sabemos que por aquellos años
ningún artista utilizaba su nombre verdadero sino que era reemplazado por un
nuevo nombre, el artístico.
Otro interrogante que me surge, y es el último en este
artículo, proviene del párrafo donde Marechal alude a los artífices que se
encontraban en la glorieta luego de “aquel viaje que hacen los protagonistas al
bajo de Saavedra”. Cito a “Adán Buenosayes” Libro IV capítulo I:
“Solo cinco ánimas en pena se mantenían fieles aun y Ciro
Rossini las consideró, no sin ternura (…) Mis artistas, declamó Ciro,
presentando a los cinco fantasmas. (…) trío “Los Bohemios” (tres caras verdosas
de nocturnidad), la del payador Tissone (beatífica y modesta), y la del
Príncipe Azul, que no abandonaba, empero, su aire chúcaro y desdeñoso.”
No cabe duda que el payador Tissone está inspirado (porque el
mismo Marechal lo dejó bien en claro) en José Betinotti, recordado como el
último payador.
Al personaje del Príncipe Azul lo presenta como arrogante:
“Lo que me interecsa
es el precsente (…); yo pongo mi arte
al serviccio de las macsas (…); ahí tienen mis déccimas ´Noche de Julio´, describo a un
micserable, muriéndose de frío en el
umbral de lujocso palaccio, mientras adentro los burguecses derrochan el oro en infacme orgía.”
Acaso Marechal estuviera proyectando la personalidad del
Príncipe Azul a la de Juan Carlos Marambio Catán (1895-1973) que en su tango
“Acquaforte” (Aguafuerte, 1931, grabado por Carlos Gardel) describe una
situación semejante:
“Es medianoche, el cabaret despierta, muchas mujeres, flores
y champagne (...) Un viejo rico que gasta su dinero, emborrachando a Lulú con
su champagne, hoy le negó el aumento a un pobre obrero, que le pidió un pedazo
más de pan.”
Con respecto a “Los Bohemios” es el mismo nombre que habían
adoptado Mario “Cariño” Pugliese, Zelmar Gueñol y Guillermo Rico en los años
´30 ¿acaso también supieron brillar los tres cómicos en la Glorieta o acaso es
un juego literario de Marechal?
Extraigo párrafos del libro mencionado referente a este trío:
“Per Bacco –elogió
Ciro- ¡hay que oír las macanas que dicen y cómo hacen reír a la gente!
¿Cantan o recitan?, le preguntó Adán.
Cantamos disparates. Cosas que no tienen ni pie ni cabeza:
´La pampa tiene el ombú y el puchero caracú. Sacudime la
persiana que allá viene doña Juana. Cinco por ocho cuarenta, pajarito con
polenta. ¿Quién te piantó de la rama, que no estás en el rosal?´
–Ira de Dios- rezongó Franky (álter ego del poeta Oliverio
Girondo, según Marechal) al oír aquel engendro- ¡Y pensar que no los han matado
todavía!
–¡Eso es dadaísmo puro!- exclamó Pereda (álter ego del poeta
y escritor Jorge Luis Borges), sin ocultar su deleite.”
Lo extraño (al menos para mí) del texto de Marechal es que le
hace decir a Rossini:
“(…) cinco fantasmas taciturnos que se movían lentamente
junto al palco, entre un revoltijo de guitarras y bandoneones.
-Pobres muchachos –reflexionó Ciro- Mañana trabajarán en los
fondines, por un café con leche.”
Equivocación de Rossini (o de Marechal, claro), ya que tanto
Zelmar Gueñol como Guillermo Rico integrarían el exitosísimo grupo humorístico
“La Cruzada del Buen Humor” (luego “Los Cinco Grandes del Buen Humor”) o quizá
estos actores se integraran tiempo después al trío “Los Bohemios” ante la
deserción de antiguos miembros, los cuales sí, habrían tenido el destino fijado
por Ciro y Leopoldo.
La levedad de algunos Cafés
emblemáticos
Cuántos concurrentes habrán gozado de un exquisito café, de
una parrillada, de un delicioso vino, aplaudiendo espectáculos y danzando al
compás del dos por cuatro.
Cuántos artistas han estado presente en la Glorieta y hoy
solo nos queda de recuerdo su nombre artístico: Los Hermanos Rubí, La Niña de Cádiz, Chichirinela, Risitas, Los Hermanos
Garay, El Flaco Pinocho y tantos más.
En ese mismo solar de la Glorieta, no se tiene certeza si fue
durante o cuando la Glorieta ya no existía, supo emplazarse el Circo Fazio, que tenía sus orígenes en
el barrio de Boedo. Algunos recuerdan al payaso “Sacudilenomás” (¡cómo le
habrán dado golpes para lograr la delicia y las carcajadas del público!). En
este circo brilló Felipe Panigazzi (1887-1954), que llegó a encabezar su propia
Compañía de Sainetes y Comedias donde uno de sus integrantes era Alberto
Vacarezza.
Muchos de los recordados cafés emblemáticos tuvieron una
fugacidad sorprendente, estuvieron activos mientras su propietario y animador estaba
al frente del negocio, unos cuarenta o cincuenta años, quizá los tiempos con
sus modas fueron cambiando vertiginosamente o no encontraron quien los
continuara sin perder la esencia. Pero están albergados y custodiados en
nuestra memoria.
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