sábado, 2 de octubre de 2021

LA GLORIETA DE VILLA CRESPO: “LA VICTORIA”, CAFÉ-BAR DE ROSSINI

 

LA GLORIETA DE VILLA CRESPO: “LA VICTORIA”, CAFÉ-BAR DE ROSSINI

Por Eduardo Horacio Bolan

Muchos lugares han quedado en el ideario de Villa Crespo. El Café-Bar y Glorieta “La Victoria” es uno de ellos. Quedan los recuerdos de vecinos habitué al lugar y algún que otro registro, en especial, literario.

El lugar

Triunvirato al 800, sería actualmente Av. Corrientes altura 5560 hasta 5568, entre las calles Gurruchaga y Serrano.

En las primeras décadas del siglo XX, en ese solar, se encontraba un famoso y recordado Café que tenía la particularidad de tener incorporado una glorieta.

La propiedad estaba distribuída en dos sectores diferentes aunque conectados entre sí. Por un lado, era bar y cafetería. Si los vecinos memoriosos lo recuerdan como Bar, entonces disponía de una barra para saborear algún café y seguir su camino. Con seguridad también tenía incorporadas mesas y sillas para sentarse, propias de un café, y así permanecer más tiempo en el lugar. Al lado de este sector se encontraba otro espacio también con mesas y sillas y con una estructura circular al aire libre, seguramente con algún sector techado, algunos árboles, plantas, era la sección de la Glorieta.

Estamos ante el Café Bar y Glorieta ´La Victoria´ de Rossini

Vislumbramos la sección del bar y café, amplio espacio cubierto, con mesas y sillas, sector para bailar con minipalco con gramófono o victrolera (nombre derivado de la empresa que la comercializaba, Victor Talking Machine Company), más conocida en las costas rioplatenses como ´vitrola´. Además de este aparato para escuchar discos, la música se hace presente los sábados y domingos, con la presencia de números de varieté y orquestas de tango que ocupan un palco bajito, casi al ras del suelo. Se arman bailes y hasta concursos de baile, en general de tango, con ganadores y perdedores que no siempre aceptan los resultados y a veces termina en aireadas discusiones donde deben intervenir los agentes de la seccional policial, en aquellos tiempos de la 21º, luego comisaría 27º.

Además entrevemos mesas rectangulares con paño verde para jugar al billar. Ciertas noches algunas de esas mesas se transforman en mesas de juego de naipes, una especie de garito nocturno reducido.

Dejemos este sector y pasemos bajo un gran portón que nos conduce a la glorieta. Su nombre es “La Victoria” pero todos la conocen como la “Glorieta de Rossini”. Allí encontramos una parrilla y numerosas mesas y sillas y otro palco, seguramente techado, este más elevado que los del Café. Es para disfrutar espectáculos, todo tipo de representaciones. Los fines de semana de los meses estivales, desde la tarde/noche, son para reuniones danzantes. Se baila, reitero, generalmente tango. En otros momentos se realizan competencias de lucha libre, peleas pugilísticas y en otros horarios es un gimnasio para el entrenamiento corporal.

Algunos memoriosos aseguran que también había lugar para jugar a las bochas y hasta recuerdan algún cuartucho para guardar cosas del negocio que fuera utilizado para pasar la noche por algún noctámbulo. “Hombre solo” aseguran. Quizá así sea y estos lugares se encontraran semiescondidos por varillas de madera, adornadas con tenue vegetación, que los ocultarían; serían difíciles de distinguir desde donde se realizan los espectáculos.

Estos memoriosos de la segunda centuria del s. XX seguramente sean esos chicos que a comienzo de siglo, por “cinco guita”, saborean el pan humedecido por el juguito que cae de los chorizos colocados en la parrilla encendida de la glorieta.

Puede ser que lo aquí dicho haya tenido lugar en la Glorieta de Rossini en diferentes años, posiblemente al comienzo haya sido más importante el sector de la glorieta y luego surgió el café como lugar de encuentro o, tal vez, la concurrencia a una u otra sección dependiera de las estaciones del año o del clima.

El dueño de la Glorieta

Todos coinciden, en su evocación, que el dueño del negocio es el ´tano´ Rossini, Ciro Rossini. Hombre elegante y alto, simpático de fácil sonrisa franca y conversador, acriollado pero con acento itálico. Hay quienes lo recuerdan con una dentadura perfecta y quizá con el paso de los años y para no perder su buena imagen comienza a utilizar “La Carmela”. Esa loción anticanas inventada en Galicia por el boticario Nemesio López Caro que se comercializa en España desde 1902 como “Loción higiénica”. Llega a Buenos Aires, y de aquí a gran parte de Sudamérica, a fines de la segunda década del s. XX. Unas pocas gotas en el cabello, cada mañana, luego a peinarse y salir a la calle como un varón rejuvenecido.

Con el paso de los años Ciro Rossini decide dejar su negocio y mudarse, por razones de salud, a Mar del Plata donde fallece.

La Glorieta en la literatura

Como otros lugares emblemáticos de Villa Crespo “La Glorieta” queda inmortalizada por la literatura. Es en la obra “Adán Buenosayres” de Leopoldo Marechal donde queda plasmado el lugar y su dueño.

Sin duda alguna Marechal, en sus años mozos, frecuenta el local y se dispensa con Rossini de un muy buen trato. En setiembre de 1969 Marechal expresa en una conferencia: “La glorieta viene a ser el final del viaje que hacen los protagonistas al bajo de Saavedra. (…) Era una glorieta que se abría durante el verano en la calle Triunvirato. Esta glorieta era propiedad de un italiano que se llamaba Ciro Rossini, que yo lo pinto bastante bien ahí, aficionado al bel canto y al arte en general. Entonces nos recibía a todos con mucho agrado y hasta a veces incluso nos perdonaba pagar la cuenta. Bueno, tener amigos así es muy valioso cuando se está en la bohemia literaria. En esta glorieta literaria, en fin, ya está entrado el otoño, ya tiene poca gente (…)”

Del libro IV capítulo I, de la mencionada obra “Adán Buenosayres”, extraigo algunos párrafos relacionados con el tema:

“En el portón abierto de la glorieta de Ciro, con los ojos vagabundos y el alma presa de honda melancolía, Ciro Rossini, ¡el grande Ciro!, hilaba el copo de sus otoñales pensamientos.

¡Diavolo!- murmuró Ciro Rossini, librándose de las dos o tres hojitas que acababan de aterrizar en sus cabellos renegridos por la virtud colorante del agua “La Carmela”. ¡Gran Dios, cuán desierto y triste le parecía entonces aquel recinto, escenario ayer de tanta locura veraniega! Ciro miró los reservados agrestes, ahora silenciosos como tumbas, resonantes ayer de palabras y risas; y un suspiro inacabable desinfló su tórax de barítono aficionado. En seguida paseó su mirada sobre la infinidad de mesas vacías que llenaban el recreo, y la detuvo al fin en el palco de la orquesta, donde un piano en su funda, un bombo en su mortaja y tres violines en sus ataúdes anunciaban la muerte de la música; entonces el gran Ciro, el triste Ciro, movió a un lado y otro su cabeza, evocando la multitud sonora que se había reunido allí noche tras noche y bajo un cielo más favorable. ¿Dónde estaban ahora los compadritos de pañuelo blanco, las muchachas con sed, los vecinos exultantes en sus piyamas de colores, las gordas mujeres que reían el amor de chorreadas parrilladas? (…) Ciertamente aquello era el otoño definitivo; y los días de la glorieta ya estaban contados. Lo que Ciro lloraba en esa medianoche otoñal era el ocaso del júbilo: porque Ciro Rossini, propietario y animador de la glorieta “Ciro”, era en el fondo un genio festival que trabajaba en la alegría del hombre como en una obra de arte (…)”.

Los artistas que brillaron en la Glorieta

Otra vez debo recurrir a los recuerdos de memoriosos. No quedan registros de los artistas que pasaron noche tras noche por la Glorieta. No había programas en papel a repartir como en los cines, tampoco se llevaban registros especiales de los músicos y cómicos asistentes a las funciones. Algunos ya pisaban firme en el espectáculo y se llevarían algunas “chirolas”, otros irían por la comida y poco más.

Siguiendo a evocadores “de tiempos mejores”, historiadores del barrio han recabado nombres. El listado que aquí propongo es:

Entre los músicos asistentes:

José Servidio: (1900-1969) Nacido en Villa Crespo. El más famoso de tres hermanos. Era el del medio, el mayor Luis y el menor, Alfredo. Los tres bandoneonistas. José y Luis pusieron música a los versos de Celedonio Flores “El bulín de la calle Ayacucho” (1923), grabado por Carlos Gardel y muchos más.

Paquita Bernardo: (1900-1925) Nacida en el barrio de Palermo (Gorriti y Canning – Scalabrini Ortiz-) con el nombre de Francisca Cruz Bernardo. Bandoneonista y compositora de tangos. Apodada “La Flor de Villa Crespo” y “La mujer bandoneón”. Se negaba a ponerse pantalones para actuar, vestía polleras largas y anchas con blusas, a lo sumo llegó a usar camisa con corbata. Era acompañada, a las funciones que realizaba, por dos de sus hermanos a exigencia de su padre, el andaluz José María. Se desconoce su cachet como ejecutante del bandoneón en la Glorieta, pero llegó a cobrar seiscientos pesos por cada actuación en el centro porteño. Carlos Gardel le grabó “La enmascarada”.

Héctor Mauré: (1920-1976) Nombre real: Vicente José Falivene, del vecino barrio de Palermo. Supo dedicarse al boxeo en Colegiales. Estimo que entre sus dieciséis y diecisiete años podría haber cantado en lo de Rossini. En la década del ´40 ya era la voz en la orquesta de Juan D´Arienzo.

León Zucker: (1916-1971) Nacido cerca del Mercado del Abasto, su familia le decía “Leoncito” pero su nombre artístico fue Roberto Beltrán. Practicaba boxeo al mismo tiempo que se desempeñaba como cantante. Cuentan sus biógrafos que debutó como cantor de tango en el “Café La Victoria”. Era amigo de Celedonio Flores quien le aconsejó que cambiara su nombre de nacimiento por uno artístico. Al ser amigo de Enrique Alessio (oriundo de Villa Crespo) cantó en la orquesta de Osvaldo Pugliese. Tuvo un desempeño profesional muy importante. Era hermano de Marcos Zucker.

Alberto Podestá: (1924-2015) De nacimiento llamado Alejandro Washington Alé, de la Ciudad de San Juan. El dúo de cómicos Buono-Straino lo oye cantar en su ciudad natal y lo invitan a que actúe en Capital Federal. Solía cantar en confiterías y lugares bailables. Muy pronto tuvo su consagración radial, modo de llegar al gran público.

El tano Genaro: quizá se refieran a Genaro Ricardo Espósito (1886-1944), del barrio de La Boca. Tocaba de oído el bandoneón, piano y guitarra hasta que perfeccionó sus conocimientos en Francia.

Entre los artistas de varieté:

José Marrone: (1915-1990), nacido en Julián Álvarez 1575, en el vecino barrio de Palermo. Según contó ya siendo muy popular, su padre lo golpeaba habitualmente aduciendo que tenía un carácter difícil. Dejó la escuela en segundo grado. A los ocho años ya estaba en la calle trabajando de los que fuese. Desempeñó todo tipo de oficios (peón, pocero, albañil) por necesidad económica no porque los conociera. En las entrevistas ofrecidas ya fmoso, relataba que en su pubertad trabajaba en la localidad de Tigre en locales que eran conocidos como de “la rascada”. Allí, muchos que se iniciaban en el espectáculo, actuaban todo el día y la retribución que recibían era la de las comidas que los clientes habían dejado en sus platos. Lograban así alcanzar las cuatro comidas diarias a cambio de un arduo trabajo, pero eso sí, sin dinero en el bolsillo. ¿Habrá sido así también en la Glorieta, en los casos de artistas recién iniciados? Aunque sabemos que Ciro Rossini abonaba las actuaciones de músicos y comediantes, dar de comer era algo que se agradecía.

Don Pelele: (1923-1991) Nació en Villa Mercedes (provincia de San Luis) con el nombre Francisco Pablo Quiroga Soria. De pequeño le pidió a su madre un bandoneón pero el dinero a duras penas alcanzó para una armónica. Ya en Buenos Aires, Gogó Andreu lo introduce en el mundo de las variedades.

Délfor: (1920-2013). De la localidad de Chivilcoy de nacimiento. Délfor no solo fue su nombre artístico sino también su nombre verdadero: Délfor Amaranto Dicásolo. Sus comienzos, tanto artísticos como en Buenos Aires, fueron como actor y comediante. Junto con Aldo Cammarota fue el creador de “La Revista Dislocada”. Amigo, o al menos conocido de Mario “Cariño” Pugliese.

Tilde Thamar: (1917-1989) entrerriana aunque de adolescente llegó a Capital. Varios la incluyen como actuando en la Glorieta aunque en su vida artística se destacó y brilló en cine. Su nombre artístico viene de su primer nombre real, Matilde, y el apellido Thamar es el nombre de su madre, llamada Martha, invertida las sílabas. Su nombre completo era Matilde Sofía Margarita Abrecht Nichoester, fue conocida en Francia, donde falleció, como “La bomba rubia argentina”.

Mario “Cariño” Pugliese: (1910-1995) Se lo recuerda como músico, actor comediante. Con los años dejó el mundo artístico y se dedicó exclusivamente a la astrología. Llegó a conducir su propio programa, en la televisión argentina, como astrólogo.

Antes, en 1930, integró el trío cómico “Los Bohemios” (¿acaso este nombre provendría del Club de fútbol Atlanta?) junto a Zelmar Gueñol y Guillermo Rico. Hacia 1940 condujo su propio programa radial en Radio Prieto, en este proyecto actuaba como imitador Délfor Dicásolo.

Algunas dudas

En muchos de los aquí nombrados no cabe duda que realizaron sus actuaciones siendo adolescentes o muy jóvenes, como el caso de José Marrone, José Servidio, Paquita Bernardo, Héctor Maure. En otros casos surgen dudas de si su presencia se concretó en sus inicios o si ya estaban encumbrados y sus representaciones o visitas la realizaban como artistas ya reconocidos en el ambiente, tal podría ser el caso de Alberto Podestá, Délfor y sobre todo de Tilde Thamar, si es cierto que fuera ella la que concurrió al negocio de Rossini.

Cuando se realizan investigaciones siempre surgen dudas si los recuerdos son certeros o aproximados o si hay grandes distorsiones en la remembranza.

El Café y Glorieta ¿tendría algún cartel que lo identificara? Esa rememoración de algunos vecinos nos dice “La Glorieta”, otros “La Glorieta de Rossini” e incluso Leopoldo Marechal por intermedio de su personaje Adán Buenosayres nos dice “La glorieta de Ciro”. No han quedado testimonios certeros y definitivos.

Otro caso que aquí propongo es el del nombre del dueño local: Ciro Rossini. ¿Sería su verdadero nombre, o acaso un apodo, un nombre artístico? Leyendo la obra de Marechal, él nos dice sobre este italiano: “aficionado al bel canto y al arte en general; un suspiro inacabable desinfló su tórax de barítono aficionado”.

Puede ser que haya sido su nombre artístico, quizá proveniente de la ópera “Ciro en Babilonia” cuya música es de Gioachino Rossini, en boga a fines del siglo XIX y actualmente casi olvidada. Al ser aficionado de las óperas quizá también fuera cantante lírico, sabemos que por aquellos años ningún artista utilizaba su nombre verdadero sino que era reemplazado por un nuevo nombre, el artístico.

Otro interrogante que me surge, y es el último en este artículo, proviene del párrafo donde Marechal alude a los artífices que se encontraban en la glorieta luego de “aquel viaje que hacen los protagonistas al bajo de Saavedra”. Cito a “Adán Buenosayes” Libro IV capítulo I:

“Solo cinco ánimas en pena se mantenían fieles aun y Ciro Rossini las consideró, no sin ternura (…) Mis artistas, declamó Ciro, presentando a los cinco fantasmas. (…) trío “Los Bohemios” (tres caras verdosas de nocturnidad), la del payador Tissone (beatífica y modesta), y la del Príncipe Azul, que no abandonaba, empero, su aire chúcaro y desdeñoso.”

No cabe duda que el payador Tissone está inspirado (porque el mismo Marechal lo dejó bien en claro) en José Betinotti, recordado como el último payador.

Al personaje del Príncipe Azul lo presenta como arrogante:

“Lo que me interecsa es el precsente (…); yo pongo mi arte al serviccio de las macsas (…); ahí tienen mis déccimas ´Noche de Julio´, describo a un micserable, muriéndose de frío en el umbral de lujocso palaccio, mientras adentro los burguecses derrochan el oro en infacme orgía.”

Acaso Marechal estuviera proyectando la personalidad del Príncipe Azul a la de Juan Carlos Marambio Catán (1895-1973) que en su tango “Acquaforte” (Aguafuerte, 1931, grabado por Carlos Gardel) describe una situación semejante:

“Es medianoche, el cabaret despierta, muchas mujeres, flores y champagne (...) Un viejo rico que gasta su dinero, emborrachando a Lulú con su champagne, hoy le negó el aumento a un pobre obrero, que le pidió un pedazo más de pan.”

Con respecto a “Los Bohemios” es el mismo nombre que habían adoptado Mario “Cariño” Pugliese, Zelmar Gueñol y Guillermo Rico en los años ´30 ¿acaso también supieron brillar los tres cómicos en la Glorieta o acaso es un juego literario de Marechal?

Extraigo párrafos del libro mencionado referente a este trío:

Per Bacco –elogió Ciro- ¡hay que oír las macanas que dicen y cómo hacen reír a la gente!

¿Cantan o recitan?, le preguntó Adán.

Cantamos disparates. Cosas que no tienen ni pie ni cabeza:

´La pampa tiene el ombú y el puchero caracú. Sacudime la persiana que allá viene doña Juana. Cinco por ocho cuarenta, pajarito con polenta. ¿Quién te piantó de la rama, que no estás en el rosal?´

–Ira de Dios- rezongó Franky (álter ego del poeta Oliverio Girondo, según Marechal) al oír aquel engendro- ¡Y pensar que no los han matado todavía!

–¡Eso es dadaísmo puro!- exclamó Pereda (álter ego del poeta y escritor Jorge Luis Borges), sin ocultar su deleite.”

Lo extraño (al menos para mí) del texto de Marechal es que le hace decir a Rossini:

“(…) cinco fantasmas taciturnos que se movían lentamente junto al palco, entre un revoltijo de guitarras y bandoneones.

-Pobres muchachos –reflexionó Ciro- Mañana trabajarán en los fondines, por un café con leche.”

Equivocación de Rossini (o de Marechal, claro), ya que tanto Zelmar Gueñol como Guillermo Rico integrarían el exitosísimo grupo humorístico “La Cruzada del Buen Humor” (luego “Los Cinco Grandes del Buen Humor”) o quizá estos actores se integraran tiempo después al trío “Los Bohemios” ante la deserción de antiguos miembros, los cuales sí, habrían tenido el destino fijado por Ciro y Leopoldo.

La levedad de algunos Cafés emblemáticos

Cuántos concurrentes habrán gozado de un exquisito café, de una parrillada, de un delicioso vino, aplaudiendo espectáculos y danzando al compás del dos por cuatro.

Cuántos artistas han estado presente en la Glorieta y hoy solo nos queda de recuerdo su nombre artístico: Los Hermanos Rubí, La Niña de Cádiz, Chichirinela, Risitas, Los Hermanos Garay, El Flaco Pinocho y tantos más.

En ese mismo solar de la Glorieta, no se tiene certeza si fue durante o cuando la Glorieta ya no existía, supo emplazarse el Circo Fazio, que tenía sus orígenes en el barrio de Boedo. Algunos recuerdan al payaso “Sacudilenomás” (¡cómo le habrán dado golpes para lograr la delicia y las carcajadas del público!). En este circo brilló Felipe Panigazzi (1887-1954), que llegó a encabezar su propia Compañía de Sainetes y Comedias donde uno de sus integrantes era Alberto Vacarezza.

Muchos de los recordados cafés emblemáticos tuvieron una fugacidad sorprendente, estuvieron activos mientras su propietario y animador estaba al frente del negocio, unos cuarenta o cincuenta años, quizá los tiempos con sus modas fueron cambiando vertiginosamente o no encontraron quien los continuara sin perder la esencia. Pero están albergados y custodiados en nuestra memoria.

 Por Eduardo Horacio Bolan

eduardobolan@gmail.com

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