lunes, 30 de noviembre de 2020

TIEMPO ATRÁS, POR EL CAMINO DE MORENO

 

              TIEMPO ATRÁS, POR EL CAMINO DE MORENO

 

Antes que el barrio de Villa Crespo sea así llamado por los rematadores de lotes, un camino de barro fue una de las vías para trasladar a los muertos a su última morada.

 

CAMINO DE MORENO

La actual Av. Warnes (denominada así por Ordenanza de 1893) en la década de 1870  era un sendero de barro conocido como el Camino de Moreno. Pocos pobladores moraban en las residencias veraniegas de recreo propiedad de familias porteñas y en las viviendas precarias con quintas habitadas por criollos e inmigrantes italianos.

Este camino era así conocido porque se encontraba en la propiedad de Pedro Moreno, próxima  a las de  la familia Antezana, a la quinta de los Balcarce, a la del Ministro inglés Henry Southern, entre otras.

Esta vía era transitada por carretas tiradas por bueyes que llevaban verduras y hortalizas al casco céntrico porteño. Un paisaje campestre, así era la vista que se ofrecía a los posibles visitantes décadas antes que se conociera esta zona como Parroquia de San Bernardo o como la denominaran los rematadores de lotes, la Villa de Crespo.

El de Moreno era uno de los pasos obligados para dirigirse a las “chacritas de los colegiales” ya que a la altura de Thames se había construido un puente para cruzar el Arroyo Maldonado.

 

FIEBRE AMARILLA DE 1871

Al concluir la Guerra de la Triple Alianza o Guerra del Paraguay (1864-1870 entre, por un lado, Brasil, Argentina y Uruguay y por el otro Paraguay) los soldados argentinos vuelven a sus lugares de residencia: Corrientes y Buenos Aires.

Esta guerra los brasileños la recuerdan bajo el nombre de Guerra do Paraguai y los paraguayos Guerra Grande, o Guerra contra la Triple Alianza o Guerra Guasú.

Muchos combatientes regresan a sus hogares portando la enfermedad de la fiebre amarilla, producida por la picadura del mosquito hembra infectada aedes aegypti (el cual también es transmisor de dengue, zika y chikunguya).

Muy pronto el contagio es masivo en Buenos Aires ciudad, especialmente en los conventillos habitados, en general, por inmigrantes de múltiples nacionalidades diferentes.

La mortalidad en Buenos Aires aumenta cada día de ese año 1871. Se calcula que en esta ciudad las muertes ascendieron a 14.000 en total y más de 3.400 fallecidos fueron trasladados al cementerio de la Chacarita. Una de las vías para llegar era el Camino de Moreno.

En esos años el cementerio de la Chacarita estaba emplazado en lo que hoy es el Parque Los Andes.

 

LA PINTURA QUE REFLEJA EL DRAMA

La obra pictórica “Un episodio de la fiebre amarilla en Buenos Aires” del pintor uruguayo Juan Manuel Blanes (1830-1901) nos muestra el drama que se vivía día a día, casa por casa, habitación por habitación.

               
                          “Un episodio de la fiebre amarilla en Buenos Aires” del pintor uruguayo Juan Manuel Blanes 


Esta tela al óleo presenta el instante en que el abogado José Roque Pérez, con el sombrero recién retirado de la cabeza, y el médico Manuel Gregorio Argerich, con el sombrero que ya descansa entre sus manos, observan a una mujer que yace muerta en el piso de la pieza. Ella lleva puesto un atuendo blanco y está descalza. Cerca de su mano derecha se encuentran una cuchara y una taza. Un bebé tiende sus manos al pecho izquierdo de la difunta como queriendo mamar.

Entre Roque Pérez y Argerich, en un plano posterior, se halla un hombre agachado que ve la escena con mirada desconcertada. Arriba de él, otro hombre también observa a la mujer muerta y tapa su nariz y boca con un pañuelo.

A la derecha del cuadro yace acostado un hombre muerto con el torso desnudo, cubierto hasta la cintura por una sábana y frazada. Arriba de él puede observarse en la oscuridad del cuarto una cruz cristiana.

A la izquierda de Argerich se observa a un jovencito con chaleco y con las manos en los bolsillos del pantalón. También se encuentra descalzo con los dedos del pie izquierdo sobre los del derecho y con su mirada perdida, quizá en una actitud de nerviosismo. Puede ser que sea el hijo mayor de esa mujer alcanzada por la muerte.

Juan Manuel Blanes realizó una representación del drama que sufrieron tantas miles de personas. Se basó en el parte policial confeccionado por el Comisario Lisandro Suárez, es por eso que se conocen los datos de la mujer. Su nombre era Ana Brisitiani y era de nacionalidad italiana. Se la encontró muerta el 17 de marzo de 1871 en Balcarce 384 (barrio de San Telmo).

El parte policial dice que en realidad la mujer se encontraba muerta sobre el colchón “con una criatura de pecho mamándole”. El marido de la mujer, en esa fecha, se encontraba “enfermo en la Boca del Riachuelo”.

Tal vez Blanes, en su obra, incorporó al marido en la escena o, como sugieren algunos críticos de arte, el autor quiso representar al Cristo tendido en la cama.

Tanto Roque Pérez como Argerich murieron de esa fiebre que asoló a Buenos Aires junto a otros diez médicos, dos practicantes y cinco farmacéuticos.

 

COCHES FÚNEBRES EN AV. WARNES

Por varios años más este Camino de Moreno fue escenario del lento transitar de coches fúnebres tirados por caballos, esta vez en 1887 con la epidemia del cólera.

Los carruajes llevando a los cadáveres y sus acompañantes partían de la esquina de Corrientes y Centro América (actual Av. Pueyrredón).

 

EL PASO DE LOS CARRUAJES FÚNEBRES POR WARNES EN LA LITERATURA

En la novela “Adán Buenosayres” de Leopoldo Marechal se percibe el impacto de los vecinos ante la presencia de estos carros fúnebres portando cadáveres hacia su descanso eterno.

En el capítulo I del Libro Segundo nos dice  Marechal:

“-¡Ojo al entierro!

Adán había llegado a la calle Warnes, y como intentara el cruce debió retroceder precipitadamente. ¡Hurra! El cortejo avanzaba entre un ondear de penachos luctuosos y un repique de solemnes herraduras. Seis caballos negros, (…) tiraban del coche fúnebre. Detrás venía la carroza de las flores, palmas, coronas y cintas de color morado. Luego los cupés de los deudos con sus farolas enlutadas, y veinte más en fila, relampagueantes de charol.

Detenido en la esquina de Monte Egmont y Warnes, Adán leyó las dos letras de oro que relucían en el cortinado funeral de la carroza. R.F.”

 

eduardobolan@gmail.com

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