lunes, 30 de noviembre de 2020

VILLA TALAR: INFORMACIÓN SOBRE UN BARRIO PORTEÑO QUE NO EXISTE MÁS (Parte V)

 

VILLA TALAR: INFORMACIÓN SOBRE UN BARRIO PORTEÑO QUE NO EXISTE MÁS

   por Marcelo J. Bourdeu

                                                Parte V

 ALGO DE LOS PRIMEROS AÑOS VEINTE

 Si ustedes lo aceptan, sigamos enhebrando viejos recortes de diarios y memorias sobre este barrio porteño que ya no sobrevive más que en el nombre de algunas instituciones. De ellas hablaremos más adelante.

 

A inicios de 1921 uno de los varios problemas menores de los talarenses era -imagino- como sobrevivir al verano. A la hora de "la fresca" se acababan todos los problemas porque Villa Talar, Devoto, Villa del Parque y aledañas era -y en mi juventud siguió siendo- una de esas zonas en las que la saludable supremacía de la naturaleza se notaba hasta en la piel.

Todavía en los años 60, al volver del centro al terminar el día, bastaba cruzar el puente de la Av. San Martín con el ferrocarril llamado entonces San Martín, para que todos se sintieran claramente envueltos por un aire fresco saludable, reparador y hasta perfumado. No idealizo, simplemente había muchos más jardines y menos concreto que en años posteriores y que hoy.

Pero en 1921, durante el día, había que ingeniárselas. El aire acondicionado no existía y los ventiladores eran raros. Los de techo, hace un tiempo resucitados, giraban solamente en algunos lugares públicos y -por lo que sé- eran caros para las casas de familia. Cada tanto, el hielero, en reparto domiciliario, entregaba las barras que se conservaban envueltas en arpillera dentro de las heladeras de entonces, o sea un mueble de madera sin motor algunos, con patas y tres o cuatro compartimentos forrados con una lámina de zinc para conservar el frío lo más posible. Ahí se atesoraban las bebidas y los alimentos.

Sumada a los muchos árboles y al pasto abundante, la arquitectura ayudaba: techos altos, patios, aleros, ventanas que se podía -¡qué épocas!- con toda tranquilidad mantener abiertas y pisos con frecuencia algo elevados.

No conocí la casa de mi abuelo en ese entonces, en Pedro Morán 3140 / 3146, entre Cuenca y Helguera. Sé que no tenía lujos, aunque era lo suficientemente amplia para una familia de diez personas: mi abuelo, su madre y su segunda esposa; cuatro hijas y dos hijos más una querida sobrina que vivió años con ellos. Bastante gente, es cierto, pero esas "muchedumbres" eran entonces algo bastante habitual.

La casa era del estilo que muchos porteños mayores conocemos: dos patios, el primero rodeado por la sala, el comedor, la cocina; el segundo por las habitaciones y más atrás el baño, que debía parecer muy alejado en las noches de invierno. Al fondo había una huerta pequeña donde se cultivaba algo de lo que se comía. Durante muchos años, tiempo atrás, cuando hacía tiempo que la casa no pertenecía ya a la familia, me prometí reiteradamente tomarle una foto, cosa que, como era joven, nunca hice. Hacia los cuarenta, creo, se instaló allí una escuela pública y algunas décadas después se presentó -infaltable- la piqueta demoledora. Hoy hay allí un edificio de departamentos. Solamente un par de fotos, como la que se muestra, permiten hoy entrever como eran esas casas. Pero salvo por lo personal y emotivo, este pequeño recuerdo nada tiene de original. ¡Cuántas personas pueden contar lo mismo!

 

Reunión familiar en Pedro Morán 3140 - Villa Talar


Pero volvamos al verano de 1921 y el modo de soportar el verano y entretenerse. Para el 9 de enero, la Asociación de Fomento de Villa Talar (AFVT) organizó una "fiesta campestre" a realizar en las playas de Olivos. La comisión directiva dispuso que varios "tranvías expresos" condujeran a los asistentes al lugar. Allí había programados una serie de "números interesantes" con premios de importancia. También, como frecuentemente ocurría, estaba previsto que una orquesta amenizara la fiesta.

Uno puede imaginarse a las señoras con ropas frescas pero abundantes con y simpáticos sombreritos y a los señores con trajes de verano y ranchos, o gorras tipo "borsalino" (o "de golf"), pero con infaltables moñitos o corbatas.

Lamentablemente, mi recorte de "El Oeste" es del mismo día 9 y no podemos saber si los excursionistas lo pasaron bien o si una lluvia imprevista estropeó la fiesta. Deseemos retrospectivamente que todo haya ocurrido como deseaban.

El 4 de marzo el periódico "La República" permitía apreciar algún avance burocrático.

En la sección Municipales, expresaba: "Con el fin de iniciar en la brevedad posible la ejecución de la apertura de la avenida Nazca, de Tres Cruces (o sea la actual Francisco Beiró) a la avenida San Martín, la intendencia ha remitido una nota al ministro del Interior solicitando la entrega de la superficie de 5.924,74 metros cuadrados de terreno, que en su oportunidad cedió el gobierno a la comuna con ese fin."

Esta apertura sería la que separaría los terrenos del parque de Agronomía del triángulo que ocupa el Instituto de Medicina Experimental, hoy Instituto de Oncología Ángel H. Roffo.

"La enumeración de las calles que por el presente proyecto se manda pavimentar y la vinculación que ellas tienen en la unión de arterias importantes como Avenida Tres Cruces, Los Incas y América (hoy Mosconi), justifican de manera elocuente la presentación de este proyecto."

"Unir Villa Devoto con Urquiza y con Belgrano es un alto pensamiento edilicio que no trepidamos en auspiciar en mérito a los importantes beneficios que prestarían a esas poblaciones, facilitando su vialidad y mejorando sensiblemente sus vías de comunicación"

Quienes así se expresaban eran los concejales Remigio Iriondo (conocidísima figura de Villa Crespo y la ciudad toda), J. J. Díaz Arana y Virgilio Tedín Uriburu, al suscribir un proyecto de Ordenanza a girarse a la Comisión de Obras Públicas y Seguridad, según consta en el "Boletín Taquigráfico del Consejo Deliberante" del 29 de marzo de 1921. (Remigio Iriondo tuvo abundante actuación en la parroquia de San Bernardo y fue autor de algún curioso proyecto edilicio que en otra oportunidad comentaremos).

El artículo de fondo del proyecto referido decía así: "El D. E. procederá a pavimentar con adoquines de granito y base de hormigón de acuerdo con la ley de la materia y ordenanzas vigentes, las siguientes calles: Tres Cruces, desde Avenida San Martín hasta Constituyentes. Constituyentes, desde Tres Cruces hasta Avenida América. Avenida de los Incas, desde Tres Cruces y Constituyentes hasta Triunvirato." En base a los fundamentos antes citados, los concejales esperaban contar con la cooperación de sus colegas para traducir en realidad lo que ese momento era sólo una aspiración vecinal.

La irregularidad de los recortes que son mi fuente me obliga a pasar por alto, y lo lamento, a todo el año 1923 y a la mayor parte del 24.

El 31 de agosto 1924 se realizó en el Instituto de Medicina Experimental y con la asistencia de numerosos socios, la asamblea extraordinaria de la Asociación Cultural de Villa del Parque, Devoto y Talar. Se sometió a consideración de los socios la Memoria del ejercicio anterior, la que resultó aprobada sin observación.

Según nos comenta "La Razón", esta entidad realizaba, como es obvio, actos culturales, en especial conferencias sobre temas científicos, sociales, económicos y de divulgación de conocimientos para combatir el cáncer y otras enfermedades.

En el ejercicio social considerado en esta oportunidad, adicionalmente, se hicieron, homenajes a la fundadora de la institución, Sra. Helena Larroque de Roffo -fallecida tempranamente en febrero de ese año-  y  gestiones ante el Consejo Nacional de Educación para obtener la creación de una escuela nocturna de varones en Villa del Parque.

Es justo detenerse un poco en la figura de la Sra. de Roffo y en su obra. Era entrerriana, nacida en 1883 e hija de un abogado. Estudió medicina pero no llegó a recibirse aunque en la Facultad conoció a quien sería su esposo, el Dr. Ángel H. Roffo. Éste fue un reputado especialista en cáncer - sobre este mal fue su tesis doctoral- y su esposa colaboró activamente en sus estudios e investigaciones. Juntos fundaron el Instituto de Medicina Experimental (hoy Instituto Oncológico) y la Liga Argentina de lucha contra el cáncer. La Sra. de Roffo fundó,  como ya dijimos, y trabajó además activamente en la Asociación Cultural de Villa del Parque, Devoto y Talar cuya asamblea reseñamos. Hoy el Instituto, la entonces "Escuela de Nurses" y hoy de Enfermería, la Fundación y la Asociación Cultural Social y Biblioteca Popular Helena Larroque de Roffo con sus múltiples actividades forman un complejo que honra la labor tan destacada de este matrimonio.

Volviendo a la asamblea que tratábamos, uno de los hechos más recordables es que, ante iniciativas complementarias de los vecinos Biedma y Golpe, se aprobó por unanimidad que la Asociación llevara en adelante el nombre de la señora de Roffo. Se tomaron además otras decisiones y se eligió a las nuevas autoridades. Las informaciones sobre esta asamblea corresponden a notas de "La Razón" de ese mes de septiembre. Reproducimos aquí el correspondiente al día 6.

En esos mismos días la A.F.V.T. celebró su asamblea societaria, aprobó sus balances y renovó autoridades como reseña otra nota del mismo periódico y fecha.


Reservamos para un próximo contacto algunos detalles de lo realizado en el período y otros hechos de esta década.

 

TIEMPO ATRÁS, POR EL CAMINO DE MORENO

 

              TIEMPO ATRÁS, POR EL CAMINO DE MORENO

 

Antes que el barrio de Villa Crespo sea así llamado por los rematadores de lotes, un camino de barro fue una de las vías para trasladar a los muertos a su última morada.

 

CAMINO DE MORENO

La actual Av. Warnes (denominada así por Ordenanza de 1893) en la década de 1870  era un sendero de barro conocido como el Camino de Moreno. Pocos pobladores moraban en las residencias veraniegas de recreo propiedad de familias porteñas y en las viviendas precarias con quintas habitadas por criollos e inmigrantes italianos.

Este camino era así conocido porque se encontraba en la propiedad de Pedro Moreno, próxima  a las de  la familia Antezana, a la quinta de los Balcarce, a la del Ministro inglés Henry Southern, entre otras.

Esta vía era transitada por carretas tiradas por bueyes que llevaban verduras y hortalizas al casco céntrico porteño. Un paisaje campestre, así era la vista que se ofrecía a los posibles visitantes décadas antes que se conociera esta zona como Parroquia de San Bernardo o como la denominaran los rematadores de lotes, la Villa de Crespo.

El de Moreno era uno de los pasos obligados para dirigirse a las “chacritas de los colegiales” ya que a la altura de Thames se había construido un puente para cruzar el Arroyo Maldonado.

 

FIEBRE AMARILLA DE 1871

Al concluir la Guerra de la Triple Alianza o Guerra del Paraguay (1864-1870 entre, por un lado, Brasil, Argentina y Uruguay y por el otro Paraguay) los soldados argentinos vuelven a sus lugares de residencia: Corrientes y Buenos Aires.

Esta guerra los brasileños la recuerdan bajo el nombre de Guerra do Paraguai y los paraguayos Guerra Grande, o Guerra contra la Triple Alianza o Guerra Guasú.

Muchos combatientes regresan a sus hogares portando la enfermedad de la fiebre amarilla, producida por la picadura del mosquito hembra infectada aedes aegypti (el cual también es transmisor de dengue, zika y chikunguya).

Muy pronto el contagio es masivo en Buenos Aires ciudad, especialmente en los conventillos habitados, en general, por inmigrantes de múltiples nacionalidades diferentes.

La mortalidad en Buenos Aires aumenta cada día de ese año 1871. Se calcula que en esta ciudad las muertes ascendieron a 14.000 en total y más de 3.400 fallecidos fueron trasladados al cementerio de la Chacarita. Una de las vías para llegar era el Camino de Moreno.

En esos años el cementerio de la Chacarita estaba emplazado en lo que hoy es el Parque Los Andes.

 

LA PINTURA QUE REFLEJA EL DRAMA

La obra pictórica “Un episodio de la fiebre amarilla en Buenos Aires” del pintor uruguayo Juan Manuel Blanes (1830-1901) nos muestra el drama que se vivía día a día, casa por casa, habitación por habitación.

               
                          “Un episodio de la fiebre amarilla en Buenos Aires” del pintor uruguayo Juan Manuel Blanes 


Esta tela al óleo presenta el instante en que el abogado José Roque Pérez, con el sombrero recién retirado de la cabeza, y el médico Manuel Gregorio Argerich, con el sombrero que ya descansa entre sus manos, observan a una mujer que yace muerta en el piso de la pieza. Ella lleva puesto un atuendo blanco y está descalza. Cerca de su mano derecha se encuentran una cuchara y una taza. Un bebé tiende sus manos al pecho izquierdo de la difunta como queriendo mamar.

Entre Roque Pérez y Argerich, en un plano posterior, se halla un hombre agachado que ve la escena con mirada desconcertada. Arriba de él, otro hombre también observa a la mujer muerta y tapa su nariz y boca con un pañuelo.

A la derecha del cuadro yace acostado un hombre muerto con el torso desnudo, cubierto hasta la cintura por una sábana y frazada. Arriba de él puede observarse en la oscuridad del cuarto una cruz cristiana.

A la izquierda de Argerich se observa a un jovencito con chaleco y con las manos en los bolsillos del pantalón. También se encuentra descalzo con los dedos del pie izquierdo sobre los del derecho y con su mirada perdida, quizá en una actitud de nerviosismo. Puede ser que sea el hijo mayor de esa mujer alcanzada por la muerte.

Juan Manuel Blanes realizó una representación del drama que sufrieron tantas miles de personas. Se basó en el parte policial confeccionado por el Comisario Lisandro Suárez, es por eso que se conocen los datos de la mujer. Su nombre era Ana Brisitiani y era de nacionalidad italiana. Se la encontró muerta el 17 de marzo de 1871 en Balcarce 384 (barrio de San Telmo).

El parte policial dice que en realidad la mujer se encontraba muerta sobre el colchón “con una criatura de pecho mamándole”. El marido de la mujer, en esa fecha, se encontraba “enfermo en la Boca del Riachuelo”.

Tal vez Blanes, en su obra, incorporó al marido en la escena o, como sugieren algunos críticos de arte, el autor quiso representar al Cristo tendido en la cama.

Tanto Roque Pérez como Argerich murieron de esa fiebre que asoló a Buenos Aires junto a otros diez médicos, dos practicantes y cinco farmacéuticos.

 

COCHES FÚNEBRES EN AV. WARNES

Por varios años más este Camino de Moreno fue escenario del lento transitar de coches fúnebres tirados por caballos, esta vez en 1887 con la epidemia del cólera.

Los carruajes llevando a los cadáveres y sus acompañantes partían de la esquina de Corrientes y Centro América (actual Av. Pueyrredón).

 

EL PASO DE LOS CARRUAJES FÚNEBRES POR WARNES EN LA LITERATURA

En la novela “Adán Buenosayres” de Leopoldo Marechal se percibe el impacto de los vecinos ante la presencia de estos carros fúnebres portando cadáveres hacia su descanso eterno.

En el capítulo I del Libro Segundo nos dice  Marechal:

“-¡Ojo al entierro!

Adán había llegado a la calle Warnes, y como intentara el cruce debió retroceder precipitadamente. ¡Hurra! El cortejo avanzaba entre un ondear de penachos luctuosos y un repique de solemnes herraduras. Seis caballos negros, (…) tiraban del coche fúnebre. Detrás venía la carroza de las flores, palmas, coronas y cintas de color morado. Luego los cupés de los deudos con sus farolas enlutadas, y veinte más en fila, relampagueantes de charol.

Detenido en la esquina de Monte Egmont y Warnes, Adán leyó las dos letras de oro que relucían en el cortinado funeral de la carroza. R.F.”

 

eduardobolan@gmail.com