LOS LÍMITES
DE VILLA CRESPO DESDE SUS INICIOS
Por Eduardo Horacio Bolan
Las guerras y conflictos entre hermanos argentinos no
concluyen en la Batalla de Caseros (1852), ni en la sanción de la Constitución
Nacional (1853), ni siquiera en la Batalla de Pavón (1861). Nicolás Avellaneda,
en las postrimerías de su presidencia (1880), viendo que la “cuestión Capital”
seguía sin resolverse y el Gobernador de Buenos Aires, Carlos Tejedor, se
presenta como líder en la sublevación de Buenos Aires para con el resto del
país, ordena que el Ejército Nacional avance sobre la Ciudad de Buenos Aires
con el fin de socavar la idea separatista.
El Presidente Avellaneda instala en el pueblo de Belgrano
la sede provisoria de su gobierno nacional. Nombra como ministro de Guerra y
Marina a Carlos Pellegrini que acantona sus tropas en la zona conocida como Chacrita
de los Colegiales. Luego de varios días (del 12 al 23 de junio) de
intensos y cruentos combates, Tejedor desiste de su postura y renuncia al cargo.
A los pocos meses (21 setiembre 1880) el Congreso Nacional sanciona la Ley de
Federalización de Buenos Aires Nº 1029, donde se declara Capital de la
República a la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires. Ley que es aprobada
en el solar del actual Museo Histórico Sarmiento (calle Cuba 2079).
Es en este período cuando se promueve y se facilita que
los extranjeros ingresen al país para incorporarse a la población autóctona. Si
hacia 1874 la llegada de inmigrantes solo alcanza la cifra de 70.000, especialmente italianos y españoles,
es entre 1880 y albores del s. XX cuando se amplía a 1.500.000 personas (cifras
aproximadas) provenientes de innumerables regiones del planeta, con sus propios
idiomas, costumbres y religiones.
En 1887 se dicta la Ley Nacional 2089 donde se incorporan
los municipios bonaerenses de San José de Flores y Belgrano a la Capital
Federal
Antes de antes
Lo que actualmente corresponde al barrio de Villa Crespo
y aledaños, eran parajes campestres. Se alternaban quintas con baldíos, como el
hueco de Loyola, potreros, bañados, zanjones, algunos establecimientos de
hornos de ladrillo y ciertas residencias veraniegas de porteños pudientes,
aunque no alcanzaran el prestigio de sus vecinos del pueblo de Belgrano.
Los primeros pobladores de esas quintas, criollos en su
origen a los cuales muy pronto se les suman italianos y españoles, cultivaban
todo tipo de verduras y frutas. Estas quintas son más pequeñas que las chacras,
sus medidas podrían alcanzar las 500 varas (entre 300 y 450 metros) de frente y
una legua de fondo (alrededor de 5.000 m.) y es por eso que en algún caso se las
conoce como “chacritas”. El vocablo chacra proviene del quechua “chajra” y en
Brasil se las llaman chácara. La más renombrada es la “chacrita de los Padres”
(por la Compañía de Jesús, siglos XVII y XVIII), luego denominada “chacrita de
los Colegiales” (por los alumnos del Colegio Nacional Buenos Aires).
Estos lares no están tan alejados del centro porteño y sirven
para aprovisionarse de hortalizas y frutas frescas. No es un buen destino para
una salida ocasional o almuerzo campestre pero sí para esparcimiento
prolongado. Desde la Plaza de la Victoria y en carruaje se puede circular por
Córdoba y a la altura de la Calle Larga del Ministro Inglés (Scalabrini Ortiz)
se dobla a la izquierda. El viaje realizado, de unos seis kilómetros, les habrá
llevado unas cinco horas aproximadamente y los viajeros ya se encuentran en terrenos
apartados pero, al mismo tiempo, cercanos al Cabildo. Varios vecinos con cierto
bienestar económico saben apreciar el buen clima y la cercanía/lejanía del
“barullo céntrico” porteño de antaño. Muchos adquieren terrenos próximos a ese camino ancho, que luego se llamaría
Triunvirato, pero que en esos años se denomina Boulevard Corrientes (fines
siglo XIX), y los convierten en sus solares de sosiego veraniego. Son parcelas
donde la naturaleza regala parras de treinta metros de altura y el aporte
humano las recorta para adornar los jardines con agregados de arbustos
trepadores como los jazmines y plantas
de rosales. Todo esto acompañado de los cantos de los pájaros y un cielo
enorme.
Así se va conformando un nuevo paisaje con quintas como
las de Balcarce, Juan Shaw, la del Dr. Dufour, Lebrero, la del diplomático
inglés Henry Sourthern, Rafael Comastri y tantísimas más.
Límite naciente
Para orientar en tiempo y espacio al lector y por dar una
fecha importante como es el 3 de junio de 1888, los límites reconocidos de la
incipiente barriada se podrían llegar a delimitar entre las calles Boulevar Corrientes (Av.
Corrientes), Ministro Inglés (Av. Scalabrini Ortiz), Camino de Moreno (Av. Warnes)
y el Arroyo Maldonado (Av. Juan B. Justo, aproximadamente, ya que en esos
años el arroyo no tenía el mismo trazado que cuando es entubado en décadas
posteriores).
La fecha mencionada no es caprichosa. Ese día se coloca
la piedra fundamental de la Fábrica Nacional de Calzado en la calle Cuyo
(actual Padilla) siendo apadrinada por el Intendente de la Capital Federal
Antonio Crespo. Queda estipulada en la Historia como el nacimiento del Barrio
de Villa Crespo.
Apenas un par de años atrás (1886) Salvador Benedit, gerente
de esa Sociedad Anónima con sede en la calle céntrica Chacabuco 25, compra los
terrenos donde edificará la Fábrica de Calzado que dará ese impulso inicial a
la zona.
Son vecindarios, no son barrios todavía, ni siquiera
parroquias. Tal es así que en el listado de aquellos años figuran Villa Alvear
(incorporada actualmente al barrio de Palermo) y Villa Malcolm (a los pocos
años ya es anexada a Villa Crespo).
Los mismos vecinos pueden considerar “su lugar” al cruce
de dos arterias y las manzanas que las comprenden y hasta, quizá, a dos o tres
cuadras. Son pequeños grupos urbanos de trabajadores (en muchos casos con sus
familias) que acaso reflexionan que si trabajan y duermen en dos calles a la
redonda irse a tomar “un traguito” al almacén cruzando determinada arteria hace
que ya se encuentran en otra barriada.
Los obreros de la Fábrica son estimulados por los
rematadores para adquirir lotes para la construcción de sus propias viviendas,
pagaderos a largo plazo. También son ayudados por la política emprendedora de
Salvador Benedit que adquiere más terrenos para abrir nuevas calles y urbanizar
los alrededores de la fábrica. De esta manera los obreros viven “ahí nomás” de
su lugar de trabajo y se evitan viajes de otros poblados, lo cual beneficia a
la empresa que pretende trabajadores permanentes, y no pasajeros, para una
mejor producción.
La construcción de las viviendas se realiza con diez mil ladrillos
que son abastecidos por los propios vendedores. Se trabaja de lunes a sábado y
el domingo es utilizado por los nuevos propietarios para levantar su casa. En
muchos casos son ayudados por amigos y compañeros, o sea por otros operarios.
No es la gran vivienda. La típica casa de esos años
consta de una habitación de cuatro por cuatro, cocina y baño. Seguramente la
gran mayoría deja los ladrillos a la vista, sin revocar (“sin revoque en las
paredes, a la luz de un farolito”, en el decir de Pascual Contursi en su tango
“Bandoneón arrabalero”). También hay lugar para un pequeño terrenito en el frente,
que algunos convierten en jardín…
Ampliación y
reducción
En afán de incrementar ingresos y al mismo tiempo
beneficiar y facilitarles la vida a los pobladores de esta zona del noroeste de
la Capital, las compañías de tramways se expanden y prolongan las vías de sus
servicios. Lejos quedó así el triste recuerdo de los tranvías fúnebres que
transportaban los cadáveres, que se acumulaban en el centro porteño producto de
la fiebre amarilla de 1871, al Cementerio del Oeste (Chacarita).
En 1928 la Ciudad es demarcada en 15 divisiones (el
equivalente a las Comunas actuales) y 77 secciones (podrían equipararse a los
barrios), pero los funcionarios siguen sin establecer con certeza ni la
cantidad de las barriadas ni sus límites.
Carlos A(rtagnan) Petit supo escribir los sencillos versos “Los cien barrios porteños” que musicalizara Rodolfo Schiammarella (vals de 1945) y que inmortalizara Alberto Castillo con su famoso recitado al comienzo:
y le debo lo que soy;
hablo con su mismo verbo
y canto con su misma voz (…)
He querido brindarle a los barrios
un sincero homenaje de amor.
Cada uno me trae un recuerdo,
cada uno me da una emoción;
he querido rendirle a los barrios
un sincero homenaje de amor.”
Esta falta de conocer con exactitud la cantidad de
barrios porteños tiene su base desde la misma
Municipalidad. A fines de 1950 el Plan Regulador municipal sostiene que
coexisten 44 barrios, y agrega “aproximadamente”.
Hay un nuevo intento por organizar en divisiones a la
Ciudad en 1968. Por Ordenanza 23.6968, Villa Crespo ve ampliado sus límites: Av.
Córdoba, Av. Estado de Israel, Av. Ángel Gallardo, Av. San Martín, Paysandú,
Av. Warnes, Av. Dorrego, Bonpland.
Así cada uno de los barrios va tomando forma, pero las
discusiones siguen por problemas limítrofes.
Por ende mucho no duró la demarcación anterior y en
apenas cuatro años (1972) la Ordenanza 26.607 establece nuevas delimitaciones
barriales con una variante muy importante para nuestra barriada en cuestión:
Av. Córdoba, Av. Estado de Israel, Av. Ángel Gallardo, Av. San Martín,
Paysandú, Av. Warnes, Av. Dorrego, vías
del Ferrocarril Gral. San Martín. En este último límite es donde reside una
gran incógnita ya que las vías no pertenecen a la Ciudad sino son federales, de
la Nación. Mal pueden ser una división entre barrios.
La calle Bonpland
quedó para Chacarita, por lo tanto El Mirador de Comastri, por nombrar a un
edificio emblemático, ya no se encuentra comprendido dentro de Villa Crespo.
Por esta Ordenanza de 1972 quedan homologados cuarenta y
seis barrios, cantidad que se ve aumentada por la posterior incorporación (1976)
de Parque Chas y Puerto Madero. Da un total de cuarenta y ocho.
Problemática
actual
Sin duda la segregación de Bonpland como pérdida de
límite con Chacarita trajo aparejado malestar a los villacrespenses, un poco
atenuado al lograr cambiar la denominación a la estación del ferrocarril Gral.
San Martín, de Parada Chacarita a Villa Crespo (en el año 2016)
Con el trazado elevado de las vías del San Martín se desmanteló
esa estación (todavía no han comenzado las obras de su nueva construcción) y,
peor aun, desapareció el límite terrestre. Ahora es aéreo. Es como si el límite
fuera el cielo con alguna nube que pasa.