UNA CALLE EN VILLA CRESPO: JUFRÉ VISTA POR CARLOS LEVIN
Nuestros
recuerdos pueden llevarnos a muchos lugares, uno de ellos puede ser una calle,
unos pocos metros donde se desarrolla toda una vida.
Carlos Levín tiene
una memoria prodigiosa, no tanto de lo que sucedió ayer o la semana anterior sino
por lo vivido en décadas pasadas.
“Siempre añoramos
algo de nuestro pasado” dice su escrito presentado aquel 15 de diciembre de
1990 cuando, en forma conjunta, nos presentamos, en una charla abierta a los
vecinos dada en la Biblioteca Popular Alberdi.
Mi participación era conversar sobre la Historia de Villa Crespo, tratando de que no quedaran en el olvido los estudios realizados por los historiadores del barrio: Diego del Pino y Cayetano Francavilla.
Mario Rubín, que
supo integrar el equipo de basketball del Club Villa Crespo, y Emilio Menini,
dos personas amantes del barrio, nos contactaron, a Carlos y a mí, y nos
abrieron las puertas de esa admirable institución cultural.
La propuesta de
Carlos Levín fue presentar su poema “Una calle en Buenos Aires” hecha canción,
con música de José Chacoma.
“No me considero
poeta, lo que me gusta son las palabras. De chico me gustaba redactar cartas.
Escribo vivencias, sobre personas que conocí, acontecimientos que me
impactaron, lo vivido”, me dice Carlos.
“Escribo y en mi
mente escucho la música para esa letra. Al escribir me “suena” la melodía, ya
sea para tango o para folclore”, acota.
Al no saber cómo
plasmar en el pentagrama esas composiciones musicales que creaba en su mente obtuvo
la colaboración de diversos músicos para hacer realidad su cancionero.
En la
presentación de “Una calle…” comentaba a los asistentes sus remembranzas,
hechos poesía, esos que sirven para visualizar una época y darle valor
testimonial:
“Fue escrita
recordando viejas costumbres, como la venta de pavos vivos para Navidad.
Pasaban con los animales por la calle, el cliente elegía uno y el vendedor lo
cazaba con un alambre y se lo entregaba. O al de la leche que llegaba por
Gurruchaga con la vaquita. Si uno tardaba en ir a buscar la taza y los diez
centavos, lo alcanza recién frente a Iglesia San José.
Cuando uno es
niño se le graban opiniones vertidas sobre el carácter de algún vecino o sobre la actitud que tomaba alguno de
ellos.
Como en la letra
de una canción no es posible nombrar a todos, quiero decir que estos recuerdos
abarcan a cada una de esas familias que habitaba la cuadra Jufré al 600, mi
cuadra.”
Fragmentos del poema, escogidos y desordenados por EHB
Comienza con una
evocación:
“Jufré del ´40 y tantos
quimera del porteño aquel,
del tano hacerse la América
gallego, judío, árabe o japonés.”
Carlos aclara que
no había japoneses en su cuadra pero sí en el barrio.
Continúa el poema
con un rumor de trabajo que posee el encanto de la emoción:
“Doña María el consejo
como una madre querida.
Juan el almacenero,
Don Domingo el peluquero,
la verdura de Ricardo
aunque fuera de Acevedo.
Amado, en el verano,
vendiendo barras de hielo”
Ecos casi
melancólicos y expresivos de sus moradores:
“La señora alta del balcón
tan buena de corazón,
los desmayos de Josefa,
las peleas de mi vieja.
La maestra, sus enojos.
Gregorio las inyecciones
con su mamá tan enferma.”
Sencillez en la
expresión:
“El arbusto de mi casa
descanso de mariposas,
la higuera grande de al lado
cuyos frutos regalaban.
Fogata de Pedro y Pablo
todos colaboraban.
El autito de la cana
o el botón de la parada.”
Una realidad que,
acaso, lo hiere y no comprende:
“Paraísos, adoquines,
y ni un piso de burgués.
Los que se hicieron de guita
del barrio se las tomaron.”
Para luego decir:
“pero vino el progreso
desalojos de por medio”
Gustos infantiles
y recuerdos:
“El helado Scanapieco
se tomaba en la Avenida
mientras pasaba el tranvía,
de cuando en cuando, un mateo.”
En su mente de
palabras y música no hay artificio:
“Ya no cantan más los gallos
ni hay quintitas en las casas,
en Navidad ya no hay pavos
no hay carrito de lechero
ni leche al pie de la vaca
por la calle Gurruchaga.
Los que se hicieron de guita
del barrio se las tomaron.
La vida sigue su curso
pero nunca olvidaré”
Al darle a
Chacoma el poema para musicalizarlo, éste le dijo: “es un chorizo” y le
aconsejó que parte sea recitada y la otra cantada. Así se grabó e integró el
álbum de música “Canciones con opinión” que apareció en formato cassette
(¡aquellos años 80!) y a pesar de todo, su extensión supera los ocho minutos.
Letra y música
El repertorio de
su cancionero le pertenece en gran medida pero también obtuvo numerosas
colaboraciones de destacados músicos que lo ayudaron en los arreglos y le
trasladaron en partituras sus composiciones musicales.
Jorge Gordillo, virtuoso del violín, realizó la música de la chacarera “Cambiar la suerte”.
En guitarra fue
acompañado por Ángel Contópulos, que le grabó varios temas como cantante.
También en
guitarra y arreglos tuvo la colaboración del correntino Pascual Verón.
En el poemario de
Levín no podía faltar el recuerdo hacia uno de los cafés más emblemáticos del
barrio de Villa Crespo. Ese Café ABC legendario, lindante con Palermo, de
encuentro de los vecinos, donde supo tocar Osvaldo Pugliese. Hoy ya no existe
pero supo ocupar la esquina de Canning y Rivera (hoy Av. Raúl Scalabrini Ortiz
y Av. Córdoba,) El poema “Café ABC” fue hecho tango y cantado por Ramón
Cáceres.
En la zamba
“Guitarrita de los pobres” la música pertenece a Sergio Morra.
“El cantor
popular”, en ritmo musical retumbo, rinde homenaje al cantor, compositor y
escritor Horacio Guarany (1925-2017), siendo cantado por Horacio Pérez.
En diferentes
temas fue acompañado en el piano por Tito Ferrari, en contrabajo por Roberto
Ruiz y Juan Carlos Dubois y en bandoneón por Víctor Solari y Rubén Serra.
Hasta el
mismísimo Armando Laborde grabó un tango de la autoría de Carlos Levín.
Laborde nació
bajo el nombre José Atilio Dattoli (27 de abril 1922 – 1996) Desde pequeño
sobresalió como cantante de tangos. En los escenarios donde era convocado se
cambiaba constantemente el nombre artístico, no se decidía por uno. Eran años
donde era frecuente que los artistas se renombraran con un nombre artístico, no
el que figuraba en el documento de identidad (Libreta de Enrolamiento o Libreta
Cívica). Al ingresar a la Orquesta de Juan “El Rey del compás” D´Arienzo este
emblemático músico de tango le urgió que se decidiera cómo debía llamarse de
ahí en más, pero Dattoli no lo hacía. En una de las giras que realizaba la orquesta
en Uruguay, D´Arienzo, en el trayecto de un viaje en taxi junto con su
cantante, le pregunta al chofer cuál era su nombre. “Armando Laborde” le
responde el taxista y así quedó sellado el nombre del destino artístico de este
cantante. Esta anécdota fue corroborada también por Silvia, la esposa de
Armando Laborde. Además de la orquesta de Juan D´Arienzo supo cantar con las de Héctor Varela y Alberto Di Paulo.
El tema elegido
por Laborde con letra y música de Carlos Levín fue el tango “De regreso”. Todo
un símbolo ya que hacía diez años que no grababa un tema y fue su última
interpretación.
Silvia Laborde le
grabó dos tangos a Levín: “Pichuco, el ángel” y “No pasa nada” (tango reo… con
perdón de la palabra, acota Carlos Levín).
Familia
“Nací el 15 junio
de 1940 en el Hospital Rivadavia” rememora
Carlos Levín, “así, sin segundo nombre” me dice y sonríe al recordar su niñez con
papá Julio, de oficio sastre, y mamá Teresa, ambos nacidos en Polonia. Su
primer año de vida lo vivió en la calle Gallo, entre la Av. Córdoba y Cabrera,
junto a su hermano Marcos. Luego vendría su hermana Luisa (“Lea”).
En 1941 la
familia se mudó a Jufré 614. Hasta sus cuatro años allí vivieron para luego
mudarse a la esquina, Jufré 690, casi Gurruchaga.
A partir de sus
diez años, hasta hoy, Carlos habita en Jufré al 500, a mitad de cuadra. Allí se
casó con María Eugenia Kyropulos, de esta unión nacieron sus hijos Daniel y
Mariano.
Firmes convicciones políticas
Carlos Levín recuerda
que entre el 23 y 24 de setiembre de 1959, durante la presidencia de Arturo
Frondizi, se produjo unos de los tantos paros generales que se llevaban a cabo.
En esa oportunidad cayó preso por repartir volantes políticos a favor de la
huelga.
En su corto
período presidencial (1958-1962) Frondizi sufrió cinco paros generales.
Con sus 19 años,
Carlos Levín, militaba en la Federación Juvenil Comunista. La FJC o La Fede,
como se la conocía, había sido fundada en 1921 con la idea de impulsar la
ideología comunista en Argentina.
Por repartir
panfletos fue llevado a la Comisaría 23 (Av. Santa Fe y Gurruchaga). Allí
permaneció dos días. Luego fue trasladado al Departamento Central de Policía
(Moreno 1502) donde surgieron sus encendidos versos:
“Nos llaman
antisociales
pues luchamos
por el pan, la
libertad
y no aflojamos.
La oligarquía
imperialista
patalea decadente
porque la clase
obrera y el pueblo
formamos nuestro
frente
y en momentos
decisivos de la lucha
nos encarcelan y
nos confinan.”
Estas estrofas
fueron dichas ante sus compañeros de infortunio, entre los que se encontraban
el dirigente sindical y peronista Andrés “el Negro” Framini y el Secretario del
Sindicato de la Construcción Rubens Libertario Íscaro, de orientación
comunista.
Otros dos días “a
la sombra” y el nuevo destino de Carlos Levín fue la cárcel de Villa Devoto.
Un par de días
estuvo recluído allí y como castigo, no ya por repartir panfletos sino por su
ideología marxista fue movilizado en avión militar.
Del aeropuerto de
El Palomar dos aviones tenían su destino prefijado. Uno, el que trasladaba a
peronistas, iría a la Colonia Penal de Santa Rosa (provincia de La Pampa) y el que
llevaba a los izquierdistas al penal de Viedma. Por impericia en las directivas,
el que transportaba a los “zurdos” terminó en Santa Rosa. Allí pernoctaron en
la enfermería para no ser mezclarlos con los peronistas.
Framini, que en
1962 ganaría las elecciones como gobernador de la provincia de Buenos Aires
pero no lo dejaron asumir, cumplió en el Penal de Santa Rosa uno de sus tres
arrestos sufridos en ese año 1959.
Para enmendar la
equivocación del lugar de destino, los aviones militares, finalmente, lograron
su objetivo y Carlos fue a parar a Viedma.
“Tenemos fama de
ser organizados”, me dice Carlos en relación a lo que pensaba la gente de los
miembros de “el partido”. A él le toco organizar a sus compañeros de infortunio
(no solo a sus camaradas porque también había reclusos “trotskistas” -los de la
IV Internacional-) en el ejercicio físico diario y levantarse a horario.
Poco antes de la
Navidad, de ese año, fue liberado.
Su ideología no
la ha cambiado y cree firmemente que la igualdad llegará de la mano de las
masas, del sujeto colectivo.
Museo de Villa Crespo
Continúa con su
firme idea de hacer realidad un Museo para Villa Crespo. Desde hace 50 años, me
comenta, recoge lo que muchos dejan abandonado, objetos que ya no les sirve a
los vecinos y que son representativos del barrio: carteles, fotos,
documentación y cosas que hacen a la cultural barrial.
Como muchos otras
personas, ama la historia de las calles que transita y la de los habitantes del
barrio.
Este poeta, con
su visión ocular hoy muy disminuída, que dice no escribir poesías sino
recuerdos y homenajes a personas y situaciones queridas, no olvida lo que vivió
y como en aquel 15 de diciembre de 1990 nos vuelve a decir: “aun puedo
recordarlo”.
Por Eduardo Horacio Bolan